REESCRITURA DEL LENGUAJE:
SIGNO Y POESÍA, TERCERA ENTREGAV
CREO que podemos, si no deducir, sí acercarnos con fundadas garantías de éxito, no sólo a la (casi insondable) potencialidad del lenguaje poético, también al hecho que muestra que, prácticamente cualquier signo susceptible de ser lingüístico, puede ser esencialmente poético, y en esta dinámica singular, atendiendo al poema como objeto de nuestras observaciones: que su lenguaje (poético) se vierte como lenguaje presto a recibir nuevos (y muchas veces enigmáticos) significados; momento a partir del cual empezamos a ser verdaderamente conscientes de encontrarnos en un proceso de reescritura del lenguaje. Así, veremos, con no poca perplejidad, la fantástica función referencial (piénsese en la connotación y la denotación) del signo lingüístico en poesía.Mas, ahora volvamos al valor del símbolo que apuntábamos inicialmente y que, en poesía, tantas veces actúa como elemento de orientación clarificador, pues, si el símbolo se presenta como aquella presencia que evoca otra realidad, ya sugerida o evocada, no debe producir el efecto ilusorio que nos aleje, como espejismo, de su relación con la realidad especial de la poesía, donde el signo va a presentarse más allá de la relación inmotivada entre significante y significado, esto es, como resultado de una interacción ciertamente motivada y no siempre necesaria, siendo este uno de los aspectos esenciales del discurso poético desde donde valorar elementos inconscientes, intuitivos o irracionales como sujetos de gran estima para hacer valoraciones respecto de su extraordinaria complejidad.Podemos constatar, si atendemos a los elementos esbozados aunque sea sólo brevemente, del riesgo cierto de equivocarse cuando enfatizamos en exceso sobre una posible metáfrasis de la poesía y que puede tener lugar en el análisis de estos o aquellos versos, o en la propia concepción de lo que la poesía sea.Si observamos la metáfora como uno de los elementos más significativos del discurso poético e intentamos una interpretación aislada del mismo, podremos cometer errores muy significativos a su vez en la interpretación del poema, tal es la carta de naturaleza del discurso poético donde todo, inevitablemente, se relaciona con todo. Así, cuando consideramos la metáfora y sus interacciones con el signo lingüístico, si
Jakobson,45 en relación con la afasia, habla en términos similares de la metáfora: como un fenómeno de traslación o desplazamiento del significado, atendiendo a las relaciones de semejanza ya señaladas; mas, a nuestro juicio, es tal el mundo que vierte no sólo de relaciones, si no también de divergencias en poesía, que la atención al fenómeno metafórico debiera en este terreno pasar por un acercamiento mucho más minucioso dada la extraordinaria complejidad que representa; apuntaremos tan sólo el fenómeno de la sinestesia que pone en jaque nuestra clásica concepción de relación-semejanza, habida cuenta de cuán difícil resulta encontrar aquella (la sinestesia) sin encontrar en la misma una metáfora.Pero, atendamos ahora, para no dispersar en demasía nuestra exposición, en el cómo se relaciona la metáfora poética con la realidad, en tanto que puede (o debe) manifestarse como asociación de términos, o como sustitución del término real por el imaginario o de la imagen ¿Cabe la misma aserción estructural y teórica en el caso de la metáfora irracional o en de las representaciones visionarias? Para llevar a cabo reflexiones tan pertinentes y no faltas de coherencia, no parece del todo aconsejable obviar en la presencia definitoria conceptual de la metáfora, los antecedentes que, en su momento, entendemos como prehistoria de la semiótica: desde la concepción del órganon aristotélico, a la distinción estoica de significado y significante, la pedagogía y teología agustiniana, y un largo etcétera hasta nuestros día que, aunque no satisfagan del todo las necesidades explicativas del fenómeno poético y sus constituyentes singulares, los cuales, diríase funcionan tan compleja como especialmente, y pueden llegar a ser muy útiles para ver las potenciales carencias.Podemos constatar también que la relación entre la Semiosis y la Poesía no son del todo fáciles. En fin, nadie, creemos, pretendía que lo fueran, pero así mismo estimamos que sería sumamente interesante intentar hablar con más propiedad y rigor de todo aquello que concierne al signo poético: del signo de y en la poesía como variante digna de ser estudiada y apreciada independientemente.
VI
NO obstante de todo lo expuesto, parece que, si queremos aventurar unos servicios de investigación con garantías de éxito (para el presente bosquejo de estudio sobre «semiótica-poética»), también deberíamos atender, al menos unos instantes, más que al concepto genérico de poesía (cuestión, a nuestro juicio, motivo de otro no menos interesante debate) a su aspecto cosificado, prestando nuestra atención a su vertiente objetual. Lo estimaba acertadamente Jorge Guillén46 de esta manera, (o incluso el mismo Heidegger), 47 quien preferiría el acercamiento a la poesía atendiendo al poema como objeto, pues la poesía se ofrece siempre como espíritu indivisible en su identidad. Esta metodología supone, si no una garantía total de inteligibilidad, sí un punto esencial para el acercamiento a la realidad poética; más que hablar del lenguaje poético observar y entender en la medida de lo posible el lenguaje del poema. Será desde la observación del poema como objeto desde donde mejor visualizaremos (e interiorizaremos) el rasgo esencial de los significados en poesía, a saber: que todo viene a relacionarse con todo.Que este rasgo es esencial viene a demostrarlo el hecho de la singularidad de apreciación y percepción tan particular de la realidad en poesía que, muchas veces no tiene por qué coincidir con la identificación cotidiana de lo que acontece. Un ejemplo podía ser la percepción y el concepto de tiempo, los cuales no parecen conectar con esa aproximación regular y correosa de nuestra visión natural de su discurrir, pues se ofrece como la dimensión en la que lo eterno y lo actual se identifican (tómese como ejemplo la concepción temporal de Antonio Machado). Veremos que la aproximación a la realidad, si observamos atentamente la naturaleza del lenguaje (poético), garantiza una conexión más íntima de lo que cabe pensarse en un análisis rápido y poco avisado.
Observaremos desfilar, en sugestiva sucesión, del estudio serio que garantice así mismo una aprehensión constatable de aquella relación primordial, una serie de elementos que diríanse propios del lenguaje poético y que actúan como principios esenciales sobre los cuales observar cómo se activan los mecanismos que adquieren una importancia fundamental en poesía. Enunciemos, por ejemplo, la expresión alusiva, donde el lenguaje poético se estima como objeto enigmático y donde lo absoluto y lo contingente conviven de forma totalmente natural en poesía. No entraremos en detalle en este momento sobre aquellos autores que, digamos, hiperbaloran el lenguaje, y sitúan a éste como eje desde donde ha de girar su mundo poético, el caso de Góngora, por ejemplo; o el de otros quienes entienden la poesía como arte sucesivo (emparentado con la música) e íntimamente conectado con el tiempo y cuya novedad esencial es el espacio: del primer tipo de inclinación expresiva veremos aspectos en verdad fascinantes como la funcionalidad del hipérbaton, de donde inferimos la concepción de la poesía como construcción y creación, todo lo cual debería hacernos reflexionar sobre la materia y el espíritu de la poesía. Lo abstracto y lo concreto del signo poético viven en una particular armonía, de la que pueden observarse también otros elementos comunes a la gran poesía, como, por ejemplo, la ausencia del yo histórico. 48
Francisco AcuyoNotas.-
46 Guillén, J.: ob. cit. notas 4, 14 y 27.
47 Heidegger, M.: Arte y Poesía, Fondo de Cultura Económica, México, 1985.48 Guillén, J.: ob. cit. nota s 4, 14, 27 y 38.