Reflexiones desde la Paleografía...

Publicado el 29 septiembre 2012 por Georgeosdiazmontexano @GeorgeosDiaz

Ahora que estoy preparando una publicación ampliada (casi como un pequeño libro ya) sobre todos los entresijos de este asunto del papiro del supuesto "Evangelio de María, esposa de Jesús" tengo que ampliar también el informe paleográfico que como todos sabéis siempre dije que era solo preliminar. De momento, tengo ya más de diez indicios o evidencias paleográficas nuevas que no han sido aún detectadas por nadie, pues estoy pendiente de todo lo que se publica. Algunas de estas son tan demoledoras (o más incluso) como evidencias que apuntan a una burda falsificación que sigue sorprendiéndome -¡cada vez más!- como ha podido escapársele a los expertos que avalaron al mismo como auténtico, dejando apenas un pequeñísimo margen a la posibilidad de que fuera una falsificación...

Me duele mucho ver como personas tan entendidas se han dejado engañar tan fácilmente, porque que le cuelen “gato por liebre” a un amateur, vale, eso todo el mundo lo espera ¿pero a una experta y a dos expertos? Desde luego nadie se espera algo así. Es por eso que muchos ni se atreven a decir ni media palabra como no sea para seguir diciendo que son grandes autoridades que muy difícilmente podrían equivocarse de tal modo, y que habrá que esperar al análisis de la tinta. Dios mío, me sorprende que personas que presumen de ser muy entendidos en estos asuntos pretenda que creamos que un simple análisis de la tinta va a demostrar si es auténtico o falso. ¡Pues no es así! El análisis de la composición química de la tinta lo único que puede revelarnos –en el mejor de los casos- es si la tinta se parece o coincide con el tipo de tinta que se hacían en la antigüedad, pero tal análisis ¡no permite ningún fechado! ni siquiera relativo. Falsificar la tinta es también algo relativamente fácil, hasta falsificar la antigüedad de la misma para que pueda pasar un posible fechado por C14. De hecho, es mucho más fácil conseguir un fragmento de papiro antiguo, falsificar la tinta de modo que no sólo sea igual a las antiguas, sino que hasta arroje en un fechado de C14 la fecha aproximada que se desea, que falsificar el estilo paleográfico y la gramática. Esto es lo verdaderamente difícil, hasta el mejor delineante y caligrafista con grandes conocimientos en una lengua antigua muerta difícilmente podría escapar del análisis certero y agudo de los expertos en paleografía.

Por todo lo anterior es que para mí el análisis paleográfico y gramatical (ambos unificados) es -y será- la mejor vara para medir la autenticidad de un documento dado; por supuesto, de aquellos que nos llegan de modo oscuro, sin procedencia claramente conocida, porque cuando aparecen en excavaciones arqueológicas, pues entonces ya no hay nada (o muy poco) que verificar. Es por ello que para mis análisis comparativos no me rijo literalmente por manuales, ni aplico todas las reglas que son aceptadas por la mayoría a nivel académico, yo uso sólo aquellas que me parecen más firmes o menos ambiguas o menos sujetas a márgenes de errores posibles, o variables, y, además, por mis propias reglas y métodos. Y para las comparaciones, sólo uso material procedente de excavaciones perfectamente controladas por un equipo grande de excavadores, porque no me fío ni siquiera del papiro, códice o simple fragmento que haya sido hallado por un único arqueólogo y del que no haya más testigo que él mismo, por mucha autoridad y prestigio que tenga. Esos son los principios básicos o elementales de mi propia metodología.

Yo, podría falsificar un casi perfecto documento antiguo si quisiera, a prueba hasta del Carbono 14, en lo referente al papiro (solo tendría que conseguir un trozo auténtico), y también podría falsificar la tinta misma a prueba de Carbono, y cerciorarme de crear un documento con cantidad suficiente para que se pueda extraer muestras de la tinta para ser fechado sin necesidad de destruirlo considerablemente. Sin embargo, reconozco que muy probablemente, por mucho empeño y dedicación que pusiera en la falsificación del texto, cuidando hasta el último detalle, terminaría fallando por alguna parte, es decir, que mi falsificación dejaría de ser perfecta justo cuando tratara de imitar un estilo paleográfico dado, porque, señoras y señores, no nos engañemos, el arte de la escritura siempre ha sido algo único no solo en cada persona sino también en cada época concreta de la historia, y nadie, absolutamente nadie de hoy en día, podría imitar a la perfección un estilo de escritura de cientos o miles de años, ni el mejor de los experto en dicha lengua y escritura. Por muy bueno que se crea que es, le terminaríamos pillando de un modo u otro, los que nos dedicamos a esto, ya sea como profesión reglada y pagada, o por mera vocación amateur… Las antiguas escrituras ¡son infalsificables!

Sí, el falsificador puede engañar a unos cuanto incautos -por varios motivos y razones que prefiero ni comentar- y así obtener una victoria, pero esta será solamente pírrica, meramente temporal, porque ninguna falsificación, por muy buena que sea va a poder resistir el peso de los numerosos ojos observadores de mentes brillantes, de los verdaderos expertos de raza y vocación natural, de esos que se forman día tras día, año tras año, durante casi media vida, error tras error, aprendiendo y rectificando y perfeccionando los métodos, y no sólo por ostentar un título universitario o estar cursando en prestigiosas Universidades o Institutos, pero sobre todo porque actúan movidos por la pasión de manera valiente y comprometida, sin miedo a errar públicamente. Sin quedarse en las sombras, esperando el momento oportuno a que ya todo se halla aclarado, para entonces, según el resultado declarar entonces con gran entusiasmo ¡Ya decía yo que era así! ¡Lo sabía, lo supe desde el principio! etc., etc.

En fin, a los falsificadores de documentos antiguos, les quiero decir una cosa: ¡Parad ya! ¡Desistid de vuestras inmorales y delictivas prácticas, porque jamás podréis conseguir engañar a toda la comunidad de expertos en paleografía! Sólo será cuestión de tiempo, pero más tarde o más temprano, un buen observador, alguna mente brillante capaz de ver lo que nadie antes había visto, terminará descubriendo vuestro vil engaño.

Un Abrazo,

Georgeos Díaz-montexano