Elías era una persona con una acentuada sensibilidad. Tanto que para el la vida fue demasiado dura. No estaba hecho para aguantar los golpes de la vida como todos los demás. A Elías le dolía el doble.
La muerte de sus padres y un divorcio complicado, entre otras cosas pudieron con el. tenía 43 años y una destartalada existencia.
Para el la tierra era ya un planeta fantasma en el que no quería continuar. Se refugió en un blanco fulgor con ayuda de los fármacos que encontró en su cuarto de baño. Los engulló sin pensar, pero no murió. Los servicios de urgencia llegaron a tiempo, avisados probablemente por algún vecino alarmado por el ruido de su cuerpo desplomándose en el suelo.
Desde una cama de hospital encontró un lugar en el que poder ser feliz, en el interior de su mente, libre al fin de la angustia por vez primera en mucho tiempo. Libre de la vida y de la muerta en una puerta intermedia entre uno y otro.
Desde los profundos rincones de su mente revivía todos los felices momentos de su existencia una y otra vez, su infancia y juventud proyectada con todos los detalles y sensaciones. Allí podía volver a ver y besar a su familia y todos sus seres queridos que había perdido.
Sólo en el blanco silencio se le podía encontrar, si es que alguien del mundo físico sabía o sentía como hacerlo.