Es época de dar regalos a los otros, nos detenemos a reflexionar sobre la gente que estimamos y tenemos cerca, pensamos sobre qué puede gustarles, qué pueden necesitar. Compramos algo, les hacemos algo con nuestras manos.
Pero, independientemente de los objetos que podamos conseguir o hacer, el hecho es que todo lo que damos de nuestra persona al mundo puede ser considerado un regalo. Es una forma de ver las cosas:
Alguien nos molesta porque no actúa como esperamos, nos enojamos. Regalamos nuestro enojo al otro.
Tomamos algo que deseamos y en el proceso lastimamos a alguien que nos importa. Le damos nuestro deprecio, a veces sutil, a veces explícito.
Queremos imponernos, queremos romper al otro, moldearlo a nuestro deseo. Lo anulamos, lo menospreciamos, lo damos por sentado.
Estos son los regalos de quien supone que es el ser más importante en el universo, que no ha abierto los ojos a la infinidad de cosas que suceden a su alrededor y supone que su visión subjetiva le da derechos sobre toda la creación.
Eso damos, porque eso tenemos dentro, es lo que hemos aprendido a cultivar: enojo, frustración, desdén, sentimientos de inferioridad; simples autorreferencias egoístas.
Todo lo que hacemos y mostramos al mundo es un regalo, algo que tiene la forma de una oferta y oportunidad de una experiencia para los demás. Les damos un indicio, falso o cierto, empoderador o destructivo, para que lo sigan si así lo desean, si saben cómo hacerlo.
Así, que alguien nos ofrezca alguna cosa, no quiere decir que tenemos que aceptarla. Podemos aceptar a quien nos da el regalo, pero eso no quiere decir que aceptaremos menos de lo que sabemos merecemos, todos somos personas, es lo mínimo que debemos estar dispuestos a aceptar.
Entonces, regala lo que tienes, todo es un regalo, regalamos lo que tenemos. Puede ser desde una sonrisa, una mirada como reconocimiento de que alguien existe, o puede ser cualquier serie de buenas acciones. Toda interacción está llena de intercambios; todo tu trabajo es un regalo. ¿Qué quieres dar?
Piensa qué le podría gustar al otro, qué requiere en su vida que tú le podrías dar. Pon atención a si de verdad ves a la gente que te rodea o sólo los percibes en función de ti mismo. Hazles una pregunta. Y pregúntate qué esperas y te gustaría recibir.
No importa qué te ofrezcan, date cuenta de qué es lo que tú das. Convierte las acciones negativas en buenas acciones, en mejores acciones. Y busca correspondencia, no todos han aprendido a ser humanos.