Ayer la vida me dio una lección; no me lo tengo que tener tan creído en ningún aspecto de mi día a día.
En ocasiones necesitamos llevarnos un disgusto para caminar con más cautela, ya que no somos perfectos ni invencibles. El hecho de que estemos atravesando por un magnífico momento no significa que estemos exentos de obstáculos y retos, al contrario, a mayor altura más dificultad. Mi error ha sido creerme una máquina olvidando por momentos que siento, padezco y también me equivoco. Ante todo soy persona, soy aprendiz. Este varapalo inesperado el cual ha llegado en el momento más inoportuno, o quizás más que oportuno (queda por ver el resultado), me abre una puerta hacia un mundo que desconocía, un mundo lleno de nuevos retos intrínsecos que aguardan el momento idóneo para nutrir mi persona de sabiduría. Cierto es que nunca es plato de buen gusto darse con un canto en los dientes, sin embargo, a largo plazo estas desagradables experiencias te hacen madurar y adoptar una postura más objetiva.Ayer lloré, hoy reflexiono y mañana me superaré.