Bibliometro S04E04. Seguimos, por supuesto, ya no con películas de momento (la gente no sabe comportarse en los cines y yo no puedo aguantarlo) pero sí con libros, leyendo en las noches porque ahí es cuando todos duermen, ergo, cuando nadie hace ruido, cuando todo es silencio, y yo sigo leyendo porque ya que estamos en esta, más me vale leer todo lo que caiga en mis manos, ya no hay vuelta atrás. Reinos es el primer libro de cuentos de nuestra compatriota Romina Reyes. Se hizo una película titulada Reinos, basada en este libro, pero no la he visto y francamente no me llama. Conocía Reinos de antes, eso sí, habiendo leído por ahí que a ciertas personas les molestaba el uso de ciertas palabras vulgares en los cuentos, y ahora habiéndolo leído yo, pienso, ¿cuál es el gusto de quejarse por quejarse? Se arman polémicas sin base, controversias que opacan los méritos de una escritora cuyos cuentos demuestran coherencia por sus cuatro costados.
Seis cuentos, seis relatos urbanos de gente solitaria y siempre al borde de un abismo de tedio, apatía y perdición existencial. Relatos sombríos, pero por el clima que construyen, por los espacios en los que se mueven los personajes, relatos nublados como la ciudad de Santiago, gran protagonista de este libro aunque a veces los personajes escapen de los límites de la capital: Santiago en el alma, Santiago es el monstruo que devora los colores y los escupe en forma de rutina. Se usa la palabra "culear" (yo prefiero decir/escribir "culiar"), he ahí la controversia para ciertos puristas del lenguaje. Pero qué quieren, los personajes son chilenos, gente de clase media o media baja por lo demás, es LA palabra que se usa para tener sexo, especialmente en el habla coloquial, cotidiano, casual, especialmente cuando se habla de encuentros casuales, sin mayor peso emocional, o de sexo en parejas que ya pasaron la primera etapa del enamoramiento y la solemnidad donde todo es bello y especial, porque luego el sexo es rutina y la rutina es ciega, sin adornos ni disfraces, y hay que culiar con la misma urgencia con que hay que almorzar o ir al puto trabajo. Y ojo que no es lo mismo que mis quejas con la traducción de Lucía McCartney y El caso Morel (ya expuse mis puntos en dichos posts, pero igual), en Reinos queda natural por razones obvias, pero no puedes forzarle un habla muy específica a historias provenientes de otro país. Además, los cuentos están bien escritos, la palabra "culear" no cambia el hecho de que Romina Reyes utilice una cuidada y bastante elegante prosa para describir los dramas de sus personajes. No es como si por usar la palabra "culear" no supiera escribir (al contrario).Saldada la cuestión, pasemos a los cuentos, que son seis nada más.
Julio. A través de una narración en primera persona, a lo largo del mes de Julio, como si fuera un diario, el protagonista nos cuenta su complicada vida que se complica más y más a medida que pasan los días, días llenos de frustración, aislamiento, rabia, tristeza, resentimiento, etc. La esposa del protagonista está internada y él se queda a cargo del hijo en su casa, en donde se alojan varias personas más para ayudarlo, entre esas personas una muchacha que lo perturba, lo incomoda, lo atrae. Una historia bien interesante porque se trata, en esencia, sobre un tipo pusilánime, contradictorio, irresponsable (entre otros epítetos y calificativos que será mejor ahorrarse, más que nada para no revelar mucho de lo que hace), el típico y promedio macho chilensis víctima de una conspiración nacional en su contra para despojarle su libertad e impedirle su felicidad y castrarle su potencial, pero que podemos conocerlo de dentro (es el narrador, mal que mal), lo cual no lo justifica ni lo hace mejor persona, pero lo hace más persona, más real, en el sentido de revelarnos qué pasa dentro de la mente y del corazón de un tipo así para el que el pasto del vecino siempre será más verde que el suyo.
La Karen. Este cuento tiene un enfoque algo más humorístico y nos cuenta lo que hace un gris y simple oficinista un fin de semana luego de terminar la jornada laboral. Los colegas, el trabajo, el departamento solo, la rutina del loser, la ex, una fiesta, los what-if, las anécdotas, las peleas de borrachos, las proyecciones, las expectativas, la realidad. Nuevamente la autora destaca por plasmar con vivacidad y una sensación de verismo una forma de vida bien común, y por perfilar de manera competente y sutil la desgarrada y encriptada psicología de los personajes.
Geert Lehmann/Los gringos. Un cuento en dos partes. Variedad de voces y estilos. Un alemán viene a Chile a investigar sobre su pasado, sobre su identidad. Lo ayuda un sureño que vive en un bloque de departamentos sociales. En su viaje conoce multitud de personajes y formas de vida, nada especial desde luego, la autora no engalana la realidad, no hace maravilloso costumbrismo o realismo mágico. El alemán conoce y se rodea de personas comunes y corrientes que hacen lo que se puede hacer en una ciudad: vivir a duras penas, tomar, vagar, culear, idear formas de reunir un billetito. La vida tal cual es: simple y directa.
Larvas. Primero que todo debo decir que no es lo mismo duodécimo que doceavo. Duodécimo sería algo secuencial, el número doce en orden ascendente; doceavo sería algo geométrico, un todo dividido en doce, una parte de esas doce divisiones internas. O sea, no es lo mismo el doceavo día que el duodécimo día, yo me preocuparía más por esto que por el uso de la palabra culear. Pero bueno, el cuento: el cuento es sobre dos personajes que se encuentran fortuitamente en la ciudad, aunque en realidad sea un reencuentro. El encuentro transcurre mientras el pasado de ellos fluye en los recuerdos y las palabras. Es un cuento muy interesante, tanto en su composición como en el hecho que trate sobre relaciones rotas e ilusiones perdidas y los deseos infantiles de que todo vaya bien y la pulsión adulta de echarlo todo a perder porque ésa, precisamente, es la herencia que toda generación lega a la siguiente: cagarla, hacer que todo se vaya a la mierda. No se puede tener nada bonito, en resumen, ni siquiera un enamoramiento.
Ana y el resto. Sobre una muchacha que recuerda a los hombres con los que ha estado. Tiene su cuota de ironía e ingenio pero no es el cuento más fuerte ni el más inventivo u original del conjunto. Si hemos de sonsacarle algo, nuevamente puede ser eso de que la vida no va como uno lo desea, al menos no como la más reciente película de amores imposibles, y de que las relaciones sentimentales son más complicadas y complejas y planas y desencantadas de lo que aparentan, que en el fondo nada tiene sentido y hay que acostumbrarse a los azares de la vida.
Reinos. El cuento titular. Sin duda es una historia interesante sobre la obsesiva y tóxica e insana amistad entre dos universitarias, una solitaria chica de regiones, la otra una tipa que vive encerrada con su madre enferma. Una amistad que oscila entre el genuino afecto y la desesperada manipulación emocional. Una historia que tiende a una impostada pesadez nostálgica, un estilo que no me agrada mucho y que he podido notar en varios otros cuentos de jóvenes autoras chilenas. Es un vicio que no se observa, por ejemplo, en los cuentos de Lucía Berlín, que pueden tratar sobre acontecimientos sórdidos y graves, oscuros, perturbadores, tristes y lamentables, y sin embargo no tienen esta prosa tan como lastimosa de convertir cualquier banalidad, como salir a comprar papas fritas o ir al supermercado, en el antes y después del resto de tu vida. No es en lo absoluto un mal cuento, pero, no obstante sus particularidades, no deja de ser una historia bastante tópica sobre desencanto juvenil/universitario, sobre el despertar al mundo real en donde no le importas a nadie porque todo, como el tiempo, es pasajero. Todo se te desvanece frente a los ojos.
Así las cosas, tres primeros cuentos más centrados en personajes masculinos y en una forma honesta, frontal y descreída, desenfadada de retratar la realidad en sus altos y bajos, luego tres cuentos con mujeres como protagonistas en donde los elementos comunes son la decepción y la desconfianza en la sociedad, en la familia, en los hombres, en los amores, el despertar a la cruda verdad de la vida urbana (el aislamiento como estandarte), reflejado en una escritura algo más sombría y pluscuamperfecta. En conjunto, un buen puñado de cuentos que demuestran a una autora con voz y visión propias, dueña de una propuesta literaria coherente y totalmente recomendable.
La tradición republicana de todo préstamo arroja poca prolijidad formal y poca actividad lectora en casi dos años, con cuatro préstamos. Timbres mal colocados, lápiz pasta en la tercera cajita, luego el rotundo e intenso rótulo del 26 de Agosto del 2024. Si hay compatriotas por acá, vayan a por Reinos, lectura que vale completamente la pena.