Revista Diario

Relato a lo loco

Publicado el 12 mayo 2011 por Igork

mujer tomando cafeCon Prisas y a lo Loco... Basado en Hechos Reales.
 
—Qué pasa, Manuel.—Hola. ¡Uf! Me tomo el cortado y me voy.—Pero a dónde, por qué vas con tantas prisas, tío.—Ah, pues no sé.—Pareces el puto señor Sommer, ¡coño!Me relajo. Vale. Vale. No hay prisas. La cafetería, a primera hora de la mañana, está llena de madres que han dejado a sus hijos en el colegio. Hablan con la pasión de un forofo, pero me temo que hablan de lo de siempre. No sé, hay algo raro en ellas, en esa gran mesa pegada a la cristalera. Parecen clones. Extremadamente delgadas, pelo alisado aunque lo tengan rizado, con briznas de mechas rubias. Jersey negro escotado, tejanos Replay y botas de piel de caña larga, aunque no hace mucho frío. Altas, marrones o negras, por encima del pantalón. No debo odiar. Una vez, en un parque, había tres viejas con pinta de cacatúas sentadas en un banco que discutían sobre faraones. Y sabían de qué hablaban, porque luego, en casa, consulté con el oráculo Google y ahí estaban los faraones que las abuelillas citaban, más tiesos que una tabla de surf. «No odies. Nada es lo que parece», me repito a menudo. A esas madres les debo parecer un colgado y no lo soy exactamente…
—Oye, Manuel, no las mires así, como atravesado. Ellas hablan de sus cosas, hablan de ellas. Tú y yo nunca lo hacemos. De nosotros, ¿me entiendes? Tú y yo charlamos de fútbol, de política, de chorradas mil.Observo la mesa en la que estoy sentado, como si el mapamundi fuera esta superficie lisa, conglomerada y sus manchas de café fueran líneas costeras. Me traen el cortadito.—Oye, Manuel. Sabes qué me ha dicho la Marisa.—¿Marisa?—Sí, la vecina esa de las patas finas.—¡Ahhh! Sí.—Que su marido está en paro desde mayo.El vasito del cortado, que recorría una trayectoria perfecta hacia mis labios, se queda a medio camino. Un shock leve. Rebobino. Está hablando del vecino del segundo. Un señor de mediana edad que me encuentro cada día cuando saco a pasear a Trosky, mi perrita blanca con una mancha negra en el ojo izquierdo. Serio y encorbatado. Más que serio, contraído, como si alguien le hubiera aplastado las facciones o en lugar de dormir en una cama lo hiciera en una cámara frigorífica. Ostia, pero entonces, si está en paro, ¿a dónde va?—Y, ¿sabes cómo me he enterado?—¿Cómo?—Por Josefina, la madre de Marisa, que se enteró ayer. Y estamos casi en febrero, Manuel.Ya no me apetece el bocata. Miro a las madres, que se descojonan por algo. Hay un vejete solitario en la barra, con un sol y sombra en la mano. Sus ojos son dos bolsas de niebla, y me temo que no espera a nada, ni a nadie. A ver, a ver. El vecino del segundo lleva unos ocho meses en paro, y durante todo este tiempo, cada mañana, sale como si fuera al trabajo… Así, como si tal cosa. Me acuerdo que tengo que ir a comprar, currar un poco, luego, si me sobra tiempo, escribir un poco, luego viene tía Aurelia, con los niños. Mi jefe está que trina, porque no vendemos un clavo. Por la tarde a tope. No tengo ni una hora libre hasta la noche, que es cuando miro la tele, que este año OT tiene una pinta estupenda. Salen unos muchachos maravillosos, todos. Tan majos ellos como los de la Trinca.—Oye, que me voy al trabajo.—¡Espera, Manuel! ¿A dónde vas con tanta prisa? —Ya te llamaré…

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