El Desierto
Casi un milenio ha transcurrido desde que la humanidad enviase su primera nave al espacio. Ahora el mundo ya no es como antes. No hay naciones, no hay fronteras, hace ya trescientos años que la primera potencia mundial «decidió» unificar a la humanidad y acabase con toda posible resistencia. Los que quedamos pertenecemos todos al mismo gobierno, somos los Estados.
Hubo un tiempo en que no estuvimos de acuerdo con la unificación forzosa, pero la verdad es que ahora la vida es mucho más tranquila. No hay guerras, no hay disputas políticas, no hay terrorismo,… La sociedad está volcada con El Objetivo Vital que nos mueve como especie: sobrevivir.
Ya no tenemos ejército profesional y casi no existen cuerpos de seguridad humanos. El vandalismo se ha reducido a la mínima expresión, aislado en unos pocos puntos del planeta, y el sentimiento de unidad como especie es ya casi como nuestra religión. Aunque el 65% de los seres humanos somos científicos, así que nuestro ateísmo está más que demostrado.
La Tierra está viviendo una época de esplendor tecnológico que difícilmente podamos volver a igualar. ¿Por qué? Porque se nos agotan los recursos. Las plantas de procesamiento de alimento sintético son capaces de alimentar a la mitad de la población actual. Y a este ritmo de crecimiento y consumo, los viejos recursos naturales se terminarán en dos generaciones más. Así que los que no viven dedicados a la generación de alimentos, vivimos inmersos en perfeccionar nuestros métodos de viaje interestelar.
Si, el ser humano ya ha empezado a colonizar las estrellas. Tenemos tres colonias repartidas por el viejo sistema solar, pero no son autosuficientes. Y los viajes a larga distancia… bueno, hemos roto la barrera de la luz. Podemos viajar a velocidades superlumínicas (aunque realmente sólo movemos el espacio a nuestro alrededor, no a nosotros), sin embargo seguimos trabajando en fuentes de energía que permitan a nuestros exploradores llegar a su destino y poder volver a casa.
Pero, ¿por qué estoy grabando estas palabras en esta cápsula de memoria? Porque después de lo que hemos descubierto no tengo claro que nada de nuestra historia vaya a importar o a sobrevivir. Ahora la humanidad va a la guerra. Una guerra que no es nuestra y que no hemos organizado. Pero de la que somos la carne de cañón…
Una semana antes
-Hey Frank, ¿de quién ha sido la magnífica idea de venir a este infierno probar el escaner de profundidad?
-¿Cuántas veces hay que explicarte las cosas? -Respondí-. La mayoría de las montañas están hechas de compuestos menos densos que estos, y necesitamos probarlo con el sedimento de mayor espesor y densidad que podamos encontrar. ¿Hubieras preferido la otra opción?
-No me jodas, prefiero este calor a morir congelado en el Himalaya -y añadió-. ¿Pero no había algo más cerca de casa y menos… árido? Vale que las pirámides son bonitas, pero esto lleva siglos muerto y abandonado por el hombre… y será por algo.
-Venga Ed, la descontaminación se hizo hace décadas. Esto está tan bien como ese barrio de mierda en el que vives. Además, que no haya ningún alma viviente en cientos de kilómetros a la redonda facilita nuestra tarea. ¿O preferirías que…?
-¡Seréis vagos! -Gritó la jefa de la expedición-. No hemos venido de vacaciones chicos. Quiero que instaléis el soporte del escáner de láser sólido hoy mismo. Mañana llegará el equipo del doctor Donovan con las cargas de energía iónica y quiero empezar a sondear cuanto antes.
-¡Señor, si, señor! -Contestó Ed.
-Cállate ya payaso y ¡ponte a trabajar! -Dijo alejándose con una sonrisa.
Doce horas más tarde Ed y yo habíamos hecho los preparativos para que el dron de carga Goliath montase el láser en su plataforma. Parecía más un arma de defensa interestelar que un mero aparato de medición y análisis de compuestos para la corteza terrestre (A.M.A.C.C.T. para los amigos). Pero así se hacían las cosas hoy en día, en el futuro. Si algo no tenía aspecto de provenir de las estrellas o de tecnología de ciencia ficción… era que no merecía la pena construirlo.
Dedicamos las siguientes horas a descansar. En cuanto llegase el prepotente doctor C. Donovan empezaría una jornada de trabajo infernal. O el maldito aparato funcionaba a la perfección, o no dormiríamos hasta que lo hiciera.
El día D
Estuvimos sentados durante mucho rato, viendo cómo el amanecer iluminaba aquellas maravillosas construcciones. Allá por el siglo XX ya había gente que se maravillaba con que las pirámides siguieran en pie. Por aquel entonces sólo tenían casi 5000 años de historia. Sin embargo ahora, un milenio más tarde, estas seguían estando en exactamente las mismas condiciones que por aquel entonces. Habían soportado tres guerras civiles, la Guerra Africana, la anexión del antiguo país de Egipto al imperio de Irán y finalmente el Exterminio que terminó por unificar la Tierra. ¡Y ahí seguían! Inmunes no sólo al paso del tiempo, sino también a la barbarie del hombre.
La voz de Ed a través del intercomunicador coclear me devolvió a la realidad.
«Franky aquí llega el gran D, baja de las nubes y ven a recibirlo».
«Ya lo veo -respondí-. Ahora mismo bajo, no quisiera hacerle esperar».
Trabajamos como esclavos durante las siguientes ocho horas, hasta que el gran láser estuvo montado, calibrado y cargado. Hicimos un par de pruebas menores con la propia pirámide antes de enfocarlo a nuestro verdadero objetivo.
Perfectamente alineada con la cámara del rey, muy por debajo de la altura a la que se encontraba la propia cámara de la reina (situada ligeramente por encima del nivel de tierra), se encontraba la antigua cámara del caos o cámara subterránea. Y debajo de ella estaba nuestro destino.
A menos de 750 metros de la superficie comenzaba una gigantesca capa de roca plutónica y de grosor desconocido. El granito de aquella región era conocido por su belleza, pero sobre todo por su resistencia. Sin embargo, la pureza y la cantidad de esta roca que se situaba debajo de las pirámides era inmenso, imposible de calcular con las herramientas actuales, convirtiéndolo en una de las pocas regiones del planeta en la que los escáneres convencionales no penetraban. Por eso mismo mi equipo había elegido Egipto como ubicación para las pruebas.
Más o menos a las ocho de la tarde comenzaron las pruebas con aquel enorme láser de tungsteno. Contándome a mi fuimos nueve los científicos que aquel día conocimos al Primarca.
Los resultados de las pruebas fueron increíbles. Podíamos ver a través de la capa de rocas ígneas como si ni siquiera existieran, pero lo que nos dejó sin aliento fueron las cámaras que encontramos ubicadas con precisión nanométrica por debajo de las tres pirámides.
Al principio pensamos que podrían ser burbujas formadas por rocas de menor densidad, pero al calibrar adecuadamente el láser pudimos ver que la regularidad de sus formas, su situación debajo de cada una de las pirámides y los perfectos túneles que las unían las convertían en una construcción artificial. Pero… ¿de quién?
El Primarca
No tardamos demasiado en conocerle. Llevaba siglos esperando a que evolucionásemos lo suficiente como para encontrarlo, y en cuanto encendimos nuestros aparatos y apuntamos hacia él inicio el proceso de elevación de su laboratorio. Tampoco le costó más de unos minutos el asimilar nuestro lenguaje y dominar todos nuestros sistemas electrónicos.
¿Que cómo es? Nadie lo sabe. Nadie ha podido verle. Bueno, «verle» en el sentido más literal si, pero nadie es capaz de retener esa imagen en su cerebro, por lo que nadie sabe cómo es, cuánto mide, qué aspecto tiene… no sabemos nada. Sólo sabemos lo que él quiere que sepa. Y lo más inquietante es, que lo sabemos todos a la vez. ¿Qué ser es capaz de reescribir cuatro mil millones de cerebros instantáneamente?
Para él no éramos más que unas motas de polvo vivientes que podrían servir a sus designios. Tampoco hemos escuchado todavía su voz, aunque sabemos que tiene un sistema vocal por sus propias explicaciones. Prefiere implantar sus órdenes, deseos o la información que quiere proporcionar directamente en nuestros microscópicos cerebros.
Por eso toda la humanidad sabe que él es el último de su especie. Que los «seres de oscuridad» destruyeron a su pueblo. Y que la raza humana va a ser su ejército personal hasta que consiga librarse de ellos.
O hasta que nos extingamos por el camino.
Escrito por David Olier para el blog El Rincón de Cabal.
Sigue el blog por Email
Introduce tu dirección de correo electrónico para seguir este Blog y recibir las notificaciones de las nuevas publicaciones en tu buzón de correo electrónico.
Archivado en: Relatos Tagged: CabalTC, Ciencia Ficción, Desierto, Escribir, Relato