Noto algo dentro de mi. Algo extraño que no debería estar ahí. Siento como si mis venas estuvieran llenas de lava fundida. Sin embargo no es algo desagradable. No quema por dentro, sino que me llena de una energía sin igual. Me siento capaz de hacer cualquier cosa.
Y lo más raro de todo es cómo esa curiosa energía llena mi cerebro. Va a estallar, no, mejor dicho, ya ha estallado. Y ahora puedo «ver» todo lo que me rodea. Pero no sólo aquellas cosas mundanas que observan nuestros ojos. Puedo «ver» el aire, las volutas del calor que desprende el suelo a mi alrededor. Noto cada una de las fibras de mi cuerpo de un modo en que ningún ser humano las ha podido notar. Porque soy consciente simultáneamente de todas las partes que conforman mi ser. Desde las más grandes, como mis órganos, hasta las más pequeñas. Creo que puedo controlar cada una de las moléculas de mi cuerpo.
La sensación es maravillosa.
Llevo un buen rato concentrado en esas pequeñas cosas que hacen que nuestro organismo funcione y nos de vida. Son muchas más de las que jamás hubiera imaginado. Sin embargo, lo más increíble es el hecho de que pueda prestarles atención a todas a la vez.
Inspiro, expiro y me decido a abrir los ojos. Si sólo con el resto de mis sentidos, mi cerebro y esta nueva energía que me recorre soy capaz de esto… ¿qué será lo que vean mis ojos?
Vaya, menuda decepción. Lo único que tengo delante de mi es una vasta extensión de… ¡nada! El prado está tan vacío como siempre. Sólo la hierba, los pájaros y el viento.
Vuelvo a concentrarme en mi interior. En ese torrente de energía que circula por todo mi ser sin control. Centro toda mi percepción en esa energía, se parece a… a un pozo en el que, si quisiera, podría sumergirme en su interior. Meter las manos y moldear su contenido a mi voluntad.
Poco a poco extiendo mis pensamientos para dar forma a unos zarcillos mentales con los que sondear la energía. ¡Si! Puedo manejarlo. Sé que puedo.
Zambullo mi consciencia totalmente en el pozo y empiezo a dar forma a su contenido. Nada demasiado complejo. Extiendo mis nuevos y potenciados sentidos a lo largo de la verde pradera y, a la par que elevo mi mano derecha, un pilar de roca surge en mitad de la hierba.
¡Esto es alucinante!
Concentrado, vuelvo a elevar los brazos y brotan del suelo otros tres pilares. Sonrío mientras buceo a lo largo y ancho de mis nuevas capacidades y doy vida a todo lo que se me viene a la cabeza. Empiezo por una torre de cristal, tan alta que es difícil imaginar que algo así pueda sostenerse en pie. Pero el cristal es una mala combinación junto con el radiante sol de verano que tenemos, por lo que oscurezco la torre. El resultado no me gusta, así que la vuelvo a transformar. Esta vez en una torre de mármol blanco. Sigue reflejando el sol. Bueno, puedo hacer lo que quiera… mejor será que ese mismo mármol absorba los rayos del sol. Listo. A su alrededor empiezo a levantar distintas estructuras. Una casa, un palacete, una piscina que lleno con un agua cristalina que extraigo directamente de las nubes que se ven en el horizonte.
El resultado es espectacular. Me quita el aliento observar el antiguo prado convertido en una auténtica mezcla de todos y cada uno de los pequeños caprichos de mi mente. Torres, rascacielos, casitas con jardín, edificios de oficinas,… cualquier cosa.
Pero creo que puedo hacer algo mejor. Creo que también voy a poder dar vida. Me pongo a repasar todas las criaturas extrañas que puedo recordar. Selecciono un poquito de aquí, otro poquito de allí… ¿Quién no ha querido ver nunca un verdadero grifo? ¿Y si en vez de mitad león y mitad águila creo uno que sea mitad tigre? Cada vez creo y deshago con mayor facilidad todo lo que puedo desear.
No sé cuanto tiempo llevo creando este pequeño y nuevo ecosistema a mi alrededor, pero deben de haber pasado muchas horas. Sin embargo sé que puedo seguir creando muchas más horas aún.
Hasta que noto cómo alguien me toca el hombro, rompiendo mi concentración.
-¿Qué es lo que haces aquí chaval? Llevo horas observándote completamente quieto y con una extraña sonrisa en la boca.
-¿Que qué hago? ¿Acaso no lo ves tu mismo? -Respondo haciendo un amplio abanico con mi brazo, indicándole el lugar en el que he plasmado todas esas maravillas.
El hombre duda un momento y luego me contesta.
-¿Perder el tiempo?
Como una ilusión mis creaciones parpadean durante una milésima de segundo para luego estallar en mil pedazos y desaparecer ante mis ojos.
-Yo… sólo estaba probando mis limites -digo un poco triste por haber perdido el hilo de lo que estaba haciendo.
-¿Límites? -Pregunta intrigado-. ¿De qué?
-Pues cuales van a ser, los límites de mi imaginación -contesto indignado.
-Ah… vaya… -parece sorprendido-. ¿Y los has encontrado?
-No -contesto con frustración para luego añadir-. Y estoy convencido de que no los voy a encontrar nunca.
El hombre estalla en carcajadas al ver mi expresión.
-No te preocupes chaval, ya verás como cuando crezcas dejarás de preocuparte por esas cosas.
«Espero que no» pienso para mi.
Escrito por David Olier para el blog El Rincón de Cabal.
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