Revista Literatura
Relato: Tejido cicatricial II
Publicado el 15 enero 2010 por DrgonzoII
El cristal del despacho del sheriff estalla cuando dispara una escopeta del calibre 12 intentando cazarme. Casi puedo ver la hermosa trayectoria de los fragmentos floreciendo en el vacío. Recibo el impacto en el más absoluto silencio. Porque a estas alturas mis oídos deben de haberse frito con la droga. Tampoco siento dolor. Por lo que corro a través de la sala antes de que el Sheriff recargue el arma. Salto a través de la ventana y aterrizo encima de él babeando como un animal, acuchillándole la boca con el cañón del revólver de Ronald. La escopeta sale volando al otro lado del cuarto. Abre la boca cerdo. El sheriff escupe sangre y algunos dientes a través de las comisuras de la boca, el único espacio que no está lleno de metal.
– ¿Qué tal mi polla de fabricación israelita? Chúpamela gordo cabrón, prometo avisarte antes de correrme 10 balas en tu garganta.
– MMMMMM!!!!
– Ahora escúchame. Tus ojos son dos lienzos. Y voy a pintarlos de negro.
Me incorporo y le disparo en las rodillas hasta quedarme sin balas. Camino hasta la entrada de la comisaría donde dejé la garrafa y la llevo hasta el despacho, con el sheriff aullando todavía de dolor. Huele a sangre, a pólvora y a café de máquina. También huele a carne de cerdo. O va a oler. Le rocío de gasolina por encima y vierto el resto por el despacho hasta agotar los 8 litros. Arrojo la garrafa a un lado y me inclino sobre el brazo gordo de la ley para atarle las manos con la cinta americana. Apenas se resiste. No le oigo pero supongo que me está rogando hacer un trato. Que se joda. Encima de su mesa de roble hay una caja de puros y dentro... Bingo. Un mechero zippo de unos 40 dólares. Una hermosa pieza de coleccionista y un final perfecto. Agarro una pila de papeles y les prendo fuego. Cuento hasta tres en voz alta y los dejo caer sobre el charco de gasolina más próximo, que se inflama con rapidez. El fuego empieza a devorar ansioso el parquet y las paredes. Y al Sheriff. Desde las piernas. Nada de asfixia, este cabrón se va asar y va a disfrutar del proceso. De camino a la salida me aseguro de conectar los extractores de humo.