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Relato:Cuestión de tiempo

Publicado el 06 abril 2016 por Daniela
Relato:Cuestión de tiempo
Cuestión de tiempo 
Como todas las mañanas Agustina llegaba con sus amigas al trabajo en el centro de Buenos Aires. Por razones económicas tomaban el mismo transporte ya que todas ellas ahorraban al máximo el dinero. Trabajar en una empresa de productos cosméticos tenía sus ventajas como los viajes al interior del país que realizaba en el año con su jefe. Suspiró al pensar en él. Ramiro Aranda era el presidente de Belleza interior, una empresa dedicada a la cosmética natural dirigida a la mujer actual. Agustina realmente admiraba el mensaje de la empresa ya que sus productos estaban pensados tanto para una mujer infartarte como para un ama de casas.
El día comenzó como todo lunes con su jefe hecho una furía.Entró al despacho de él y la recibió con una mirada asesina.
—Todas las revistas tienen fotos del fin de semana que pasé con Lara Montesinos —dijo él mostrándole la revista.
Las fotos no dejaban mucho a la imaginación pero ella estaba acostumbrada. Ramiro era un playboy latino. Sonrió a las fotos y luego lo miró.
—¿Qué quiere que haga? —preguntó ella.
Por lo general en esos casos Ramiro solía acudir a los abogados pero en otros casos Agustina se encargaba personalmente.
—Por el momento nada ya que en una semana la empresa cumple veinte años y mi madre espera con muchas ansias la fiesta —respondió Ramiro algo enojado.
—Todo está preparado. El viernes a última hora confirmaron que la estancia en Rio Negro es nuestra para la celebración.
—Perfecto ¿Sabes si está en venta? —preguntó él y ella sonrió.
—Sabía que querrías comprarla por lo cual me puse en contacto con sus dueños. La propiedad sale a la venta en diciembre pero me reuniré con ellos durante la fiesta a ultimar detalles.
Ramiro le regaló una sonrisa ya que esa pequeña mujer de cabello negro y piel de porcelana era sin duda la persona que más necesitaba en su empresa.
—Gracias y recuérdame darte una buena bonificación a fin de año —dijo él sonriendo.
—Lo haré no tengas duda —contestó devolviéndole la sonrisa al salir del despacho.
Ramiro sintió en el cuerpo un escalofrío al escuchar su risa. Agustina parecía un hada así pequeñita y hermosa. Le encantaba todo de ella desde lo cariñosa que era con él y sus saludos informales en la mejillas hasta los postres que traía los viernes.
—Maldición —dijo golpeando su escritorio.
No debía tener esos pensamientos pero desde la llegada de ella, un año atrás, la imagen de su secretaria en la cama lo perseguía. Y lo extraño era que salía con modelos en su mayoría mujeres rubias. Era consciente de que no buscaba esposa quizás por eso sus relaciones eran vacías y superficiales. Su psicólogo pensaba que esto se debía al divorcio de sus padres cuando él tenía diez años. Desechó esos pensamientos y miró el reloj. Faltaba poco para terminar la jornada laboral y se reuniría con sus amigos. Matías y Esteban más que amigos eran sus hermanos. Se conocían de toda la vida y contaba con ellos siempre.
—Hola presidente ¿Listo para irnos? —preguntó Matías desde la puerta.
—Pasa Matías ¿Dónde está Esteban?
—En la sala de juntas mirando las fotos de las modelos que participarán en el homenaje a tú madre.
—A la sala de juntas entonces —dijo palmeando el hombro de su amigo.
Salieron de la oficina y le pareció raro que Agustina ni las demás secretarias estuvieran en sus puestos. Al llegar Esteban estaba en uno de los sillones negros revisando fotos.
—Hey —dijo al verlos—.Vengan a ver a estás mujeres. Creo que estoy enamorado.
Los tres rieron ante la broma ya que Esteban creía enamorarse de alguien todas las semanas. Luego de ver varias fotografías decidieron no salir y tomarse una copa allí.
—Vamos al despacho porque si Agustina se entera de que estuvimos aquí bebiendo me mata —dijo riendo con sus amigos.
—Esa mujer te trae mal ¿No? —dijo Esteban.
—No piensen mal, Agustina es demasiado inteligente para fijarse en mi —dijo serio al saber que era cierto.
Un ruido llamó la atención de Matías y abrió la puerta.
—Oh Ramiro tu dulce secretaria esta con sus amigas preparando las carpetas para la reunión de mañana. Vengan vamos a escuchar. Esas mujeres son dinamita juntas.
Se acercaron y vieron a las chicas acomodar cosas mientras hablaban de la reunión. Por el momento no decían nada interesantes hasta que Julia, la secretaria de Matías, mencionó a su jefe.
—Me da mucha lástima Matías chicas. Las mujeres le duran un mes —dijo preocupada.
—Y no es que sea un mujeriego como tú jefe Agustina —dijo Laura, la secretaria de Esteban.
—Muy cierto amiga pero no te preocupes Julia, quizás Matías no tiene suerte en el amor.
Los tres hombres escuchaban atónitos las palabras dichas por sus secretarias.
—Bueno creo que yo salía bien parado —dijo Esteban.
—Shh silencio —dijo Matías.
Las chicas seguían hablando y le tocó el turno a Esteban.
—Peor es Esteban que apenas tiene novia quiere casarse —dijo Laura y todas rieron.
—Pobrecito. Pero si pudiera me quedo con Esteban digamos que es el más atractivo —dijo Julia.
—Estás loca el más atractivo es Ramiro con esos ojos azules y ese pelito rubio —suspiro Laura — ¿Con quién te queda Agustina? —preguntó ella.
—Con ninguno gracias. Por empezar Matías no quiere compromisos y Esteban quiere demasiados compromisos. Por último mi jefe es como el helado de vainilla —dijo con una sonrisa maliciosa.
—¿Helado de vainilla? —preguntó Laura.
—Si amigas. Ramiro es igual que el helado de vainilla todo el mundo lo ha probado —rieron a carcajadas —.Realmente adoro a mi jefe pero ese hombre no debe tener sabor mis reinas.
En el despacho Matías y Esteban reprimieron la risa pero en cuanto salieron de la sala de juntas no se aguantaron más.
—Por Dios esa mujer si sabe halagar a un hombre —bromeó Matías.
—Hombre tenemos que espiarlas más así nos reímos de ti —dijo Esteban.
—Jajá —dijo Ramiro—.Helado de vainilla.
Ramiro no logró dormir en toda la noche y la única culpable era Agustina. Por la mañana tendría una seria charla con ella.
—No —dijo pensándolo mejor.
Si hablaba con ella saldría con todo el tema del amor y la necesidad de tener a una mujer en su vida. Ella creía en los finales felices como cualquier mujer. Si era sincero tendría que admitir que parte de sus palabras eran ciertas. El desfile de mujeres en su vida era constante y no podía culparla por pensar así. Pero la próxima semana en la estancia le demostraría que no era ningún helado de vainilla. Se estiró en la cama sonriendo de placer al pensar en su secretaria compartiendo la cama con él.
La semana pasó volando y los preparativos para la fiesta aniversario llegaron a su apogeo el viernes cuando tomaron el avión a Rio Negro. Ramiro miró de reojo a Agustina que iba con su laptop revisando los detalles antes de llegar.La semana le dio tiempo de analizar sus sentimientos hacía ella. Y temprano por la mañana después de otra noche desvelado tuvo que aceptar que le importaba mucho lo que Agustina pensará de él. No quería engañarse en algo tan importante. Era un hombre hecho y derecho y debía enfrentar sus sentimientos aunque no comprendía muy bien cuáles eran.
Bajaron del avión y el día se puso en marcha. Ya en la fiesta sólo pensaba en qué demonios haría con Agustina.
—¿Qué sucede Ramiro? —preguntó ella.
Él la miró embelesado con su pequeña hada estaba adorable con su vestido blanco. Cada mínimo detalle en ella la hacía destacar entre todas las mujeres esa noche.
—Nada que no tenga solución —dijo él.
Ella le devolvió una radiante sonrisa que quitaba la respiración de cualquier hombre.
—Me alegro mucho por ti y si necesitas ayuda me avisas. Sé que soy una simple secretaria pero puedes considerarme tú amiga —dijo con una tierna mirada.
Agustina pensó que debería ser la única mujer en toda Argentina que le ofrecía su amistad a Ramiro.
—Gracias —dijo él.
Todas sus dudas fueron despejadas con esa conversación. Estaba enamorado de Agustina y lo peor es que ella lo veía como un amigo. Se pasó la mano por el cabello con gesto cansado.
—Agustina cuando terminé la fiesta quiero que hablemos —dijo él en un tono serio tan impropio de él.
—Si podemos reunirnos en …—dijo ella pensando en donde podrían hablar.
—En mi habitación —sentenció él.
Ella asintió y la noche le pareció tan larga a Ramiro. Cada vez que miraba a Agustina la veía tan serena y feliz. Definitivamente no compartía sus sentimientos pero no iba a renunciar a ella. Se acercó a ella y tomándola de la mano la sacó de la fiesta. Los nervios no eran algo fácil de manejar pero recurriría a todo su control para calmarse.
—Por favor siéntate aquí —dijo sentándola en la cama.
—¿Qué sucede? —preguntó ella intrigada al verlo nervioso.
—Estoy enamorado —dijo él poniéndose de rodillas frente a ella.
—Me alegro mucho Ramiro ¿Quién es la afortunada? —dijo ella siendo sincera .
—Tú —dijo tomando el rostro de la joven entre sus manos para besarla.
Agustina dejo de pensar en cuanto los labios de él se posaron en los suyos. No quería pensar estando en sus brazos. No es que estuviera enamorada de él ¿Estaba enamorada de su jefe?.La pregunta surgió en su cabeza y la obligó a apartarse de él.
—Sé que no sientes lo mismo que yo pero estoy seguro de que con el tiempo llegarás amarme —dijo él mirándola a los ojos.
—Ramiro dime que no estoy soñando —acarició su mejilla —.Tú no puedes amarme.
—No veo porqué no pero dime ¿Qué sientes por mí? —preguntó él.
—Te quiero mucho pero yo no sé lo que siento. Jamás pensé que tú…—dijo sin terminar.
—Para mí también fue una gran sorpresa pero estoy dispuesto a luchar por tú amor.
—Dios mío hablas en serio —dijo ella sin poder creer lo que escuchaba.
—Muy en serio —dijo besándola con pasión.
La conversación se había acabado y Ramiro sólo quería hacerla suya. Compartiendo miradas llenas de deseo se desvistieron apresurados por hacer el amor.
—Te deseo. Dime que me deseas por favor —dijo besando su blanca piel.
—Te deseo —dijo ella presa de la pasión.
Ramiro sintió que por primera vez podía decir que había hecho el amor. Agustina dormía en sus brazos después de un clímax que le ocasionó lágrimas de placer. Totalmente satisfecho consigo mismo se durmió junto a ella feliz como nunca antes.
Agustina se despertó cuando la luz de la mañana iluminó la habitación.
—Buenos días hermosa —dijo él sentándose en la cama con un desayuno completo
—Buenos días —apenas dijo ella tomando la taza de café que él le ofrecía.
—¿Sigues pensando que no tengo sabor? —preguntó y ella tosió cuando el café se le quedó en la garganta.
—Nos escuchaste en la sala de juntas.
—Pasé una semana sin dormir preocupado por la opinión que tenías de mí.
—Lo siento yo no quería ofenderte. Fue una broma.
—Una broma. Bien pero para estar seguros —dijo apartando la bandeja del desayuno—, es mejor que volvamos a hacer el amor para ver si conservo mi sabor.
—Lo que digas jefe —dijo ella sentándose entre sus piernas.
Un año después
No existía nada mejor que Buenos Aires en diciembre. Ramiro no creía que hubiera nada en el mundo mejor que festejar las fiestas con un calor abrazador. Realmente tenía mucho que festejar hacía más de un año que salía con Agustina y si bien ella no le dijo que lo amaba sabía que lo quería.
—Hola —dijo ella entrando al despacho y sentándose en su regazo.
—Hola ¿Qué haces aquí? Creí que estabas con mi madre preparando la fiesta de navidad—dijo él besándola tiernamente.
—Termínanos temprano y yo vine porque tengo una sorpresa para ti —dijo poniéndose de rodillas.
—Mmm Agustina creo que eso lo dejamos para nuestra casa —dijo excitado.
—Tonto —dijo golpeando su pierna.
—Ay mujer cruel —dijo en broma.
—Cierra los ojos y entiende la mano —dijo ella y el obedeció.
—Cuanto misterio amor —dijo él.
—Abre los ojos —ordenó ella.
Frente a él tenía una pequeña caja de terciopelo.
—Abre la cajita —dijo ella con lágrimas en los ojos.
Al abrirla se quedó desconcertado y buscó su mirada.
—Te amo Ramiro ¿Quieres casarte conmigo?
Ramiro la levantó del piso para besarla apasionadamente. Cuando se apartó ella pudo ver que sus ojos también revelaban lágrimas.
—No sabes cuánto tiempo espere oírte decir esas palabras. Te amo tanto.
—Siento si te hice sufrir —dijo besando sus labios —, pero necesitaba estar segura de mis sentimientos y si lo ves objetivamente este tiempo nos sirvió para conocernos mejor.
—No puedo reprocharte nada corazón, sé que eres una persona íntegra. No esperaba menos de ti. Además me regalaste los mejores meses de mi vida y muy pronto disfrutaremos de una vida entera juntos. Te amo.
—Gracias por entenderme. Sé que lo habitual es que la secretaria ya este enamorada de su jefe…
—Shh no digas nada. Soy el hombre más feliz de la tierra. Te amo.
—Te amo.

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