Cuando era niña era muy nerviosa, muy miedosa, nada activa físicamente. Varios veranos, me tocó ir a clases de natación; primero me enviaron de mi casa y luego fueron parte de la educación física de la escuela. Una de esas veces, había que entrar -o caer- a la alberca desde un resbaladero. Me daba poco menos que pánico, pero pensé que podría, dado que otros estaban pudiendo. Los pasos que di hasta el resbaladero, el tiempo que esperé a que los de adelante en la fila subieran la escalera y resbalaran, fue crucial: todos los años siguientes he recordado la imagen, mi resolución de no pensar mientras me acercaba a lo que me daba miedo, y cómo se sentía eso. Ha sido muy útil.
Silvia Parque