Paco junto a su mujer vivieron juntos muchos años cuando los hijos fueron abandonado el hogar. Pero un día la compañera de Paco se marchó para siempre.
En un par de años, la salud de Paco se resintió mucho. Quizá la añoranza del amor de su vida influyo mucho.
Empezó a perder la memoria, a caminar con dificultad, a no valerse por si mismo...
Sus hijos, unos más cerca y otros más lejos, empezaron a darse cuenta de ello, y en una reunión que tuvieron se confabularon para llevarle a una residencia.
Cada uno tenia su propia vida, su familia, sus problemas...
Ninguno de ellos se sentía con fuerza de hacerse cargo de él. Los chicos opinaban que mejor sus hermanas, que sus mujeres no querían hacerse cargo del "problema" .Las chicas decían que todos por igual..
En medio, Paco con su entrañable mirada tratando de esconder su pena.
Por eso hoy con lagrimas silenciosas abandona su hogar cabizbajo, triste, muy triste...
Solo el tren y las viejas montañas pueden entender su pena.
Al llegar a la residencia en el vestíbulo se encuentra con Antonio "el Perejil" que era residente desde hacía dos años.
Antonio, el "Perejil" es un hombre rudo de pelo blanco, y sordo muy sordo. Nunca quiso a nadie, prepotente, egoísta, autoritario. Su mujer y sus hijos siempre le temieron, nunca recibieron de él una caricia, un mimo, un beso...
Ha vivido solo para él sin importarle nadie, sin amar a nadie, avasallando a todos.
También se quedó viudo y vivió solo hasta que una enfermedad le impidió seguir haciéndolo.
Allí también vive Lucia, una anciana muy guapa y con mucho salero. Siempre ha disfrutado de su libertad y ha vivido entregada a su familia hasta que la muerte le arrebató a su marido.
Con el paso de los años y aunque de salud está bastante bien, es más prudente que no viva sola en su casa por lo que decide irse a vivir a la residencia.
También forma parte de los residentes, Teodoro, el "Chino"( le pusieron ese mote por sus ojos rasgados) un borrachín soltero, que cuando se toma una copa de más se vuelve violento y amenaza a sus compañeras con su bastón profiriendo insultos vejatorios. Es como si odiara a las mujeres y al final de su vida quisiera pagar con las que tiene cerca, su amargura. Cuentan los que le conocieron de joven, que su novia le abandonó por otro cuando faltaban pocos días para la boda.
Celedonia, acaba de llegar de un pueblo cercano y se ha hecho muy amiga de Lucia. Celedonia es soltera, de tipo desgarbado y de rostro poco agraciado. Es de carácter tímido, poco habladora...por eso sus compañeros le hacen la vida imposible siempre que pueden.
Y hay más, bastantes más en aquel lugar...
Cada uno con su historia personal, con su familia, con sus recuerdos...El destino les ha unido casi al final de su vida.
Hoy el "Perejil" se ha peleado con Paco por una silla. Paco se la ha pedido por favor, mirándole con esa entrañable mirada suya. Pero Antonio, el "Perejil" le ha gritado, le ha insultado, y se ha llevado la silla a su habitación para que nadie se la pueda arrebatar. Como Antonio tratara de esconderla, él mirándole con rabia le ha dicho dando voces: "¡¡Soy sordo, pero veo!!"
A la hora de la comida en la mesa donde se sienta Celedonia, ha habido una batalla campal. Teodoro el "Chino" venia un poco bebido de la calle y la ha amenazado con su bastón insultándola como siempre. ¡¡So puta, que eres una puta!!
Nadie se ha atrevido a levantar la voz ni a defenderla. El silencio se hace tenso hasta que Lucia se levanta de su mesa y se acerca a él increpándole con fuerza. Él, como animal herido y humillado la emprende a bastonazos con ella y le alcanza una mano produciéndola un hematoma enorme.
Nadie del personal acude en su ayuda. Como la economía no está para "bromas" ha habido recortes de las encargadas de atenderlos y no se llega a todo.
Es medio día en Sevilla. La primavera empieza a hacer su aparición por el jardín. Se oye el trinar de un pájaro y la paz que debía inundar aquel lugar donde se supone que los ancianítos delicados ellos, destruidos por la enfermedad, estáticos al sol viendo las horas pasar, se llena por la furia de la supervivencia. Aparecen una vez más la envidia, la avaricia, la bondad, la valentía, el dolor, la impotencia, la humillación...
Cada uno de aquellos ancianos se resiste a dejar de ser él mismo y hasta el final luchará por sobrevivir...
Quizá sea muy tarde para cambiar.
Fuera, las gentes se afanan en vivir su propia vida antes de que el paso del tiempo les consiga sin previo aviso una plaza de residente.