“resiliente” y “singular” (parte 1)

Publicado el 27 julio 2019 por Aidadelpozo

Sarah Wall, va por ti...

Mary me definió así el mismo día en que nos conocimos. Dijo que era un resiliente. No pregunté por qué pensaba aquello de mí. En realidad, tuve que echar mano de "San Google" y la RAE en el descanso de la sesión para averiguar el significado de la palabreja. No es un término que el común del vulgo usemos en nuestro día a día, como "egoísta", "libre", "amor", "ketchup", "gilipollas" o "joder". A ver dónde metes tú en una conversación "resiliencia" o "resiliente" sin que te miren arqueando una ceja. Salvo, claro está, si eres psicólogo y estás pasando consulta...
Sin embargo, tras un par de horas en aquella sesión de control de las emociones, y en un ejercicio que consistía en definir con una sola palabra a nuestro compañero de enfrente, Mary me miró y con una amplia sonrisa dijo: "resiliente". Quizás yo arqueara una ceja, no soy consciente de si eso ocurrió. Solo sé que durante la otra hora que duró la sesión solo tuve ojos para ella.
Mary era una mujer de unos cuarenta, de mediana estatura, piel muy clara y ojos color miel. No era guapa, tampoco fea. Era... diferente. De ese tipo de mujeres que me gustan a mí. De ese que, cuando las veo, pienso en ellas cantando a pleno pulmón "Y no me crees" y riendo a carcajadas.
Mary se abrió al resto de los asistentes sin dudas ni miedos. Estaba claro que no era su primera vez en la sala Rompeolas. Hablaba con tanta naturalidad de la muerte de su pareja y sus palabras albergaban tanta paz, que sentí que algún día yo podría alcanzar el mismo equilibrio mental y anímico que ella mostraba.
Mi amigo Rodri me había sugerido asistir a clases de terapia grupal tras lo de mi mujer. Él llevaba un par de años participando en las que se impartían en el Rompeolas y su vida había cambiado desde que iba a terapia. Yo confiaba en su criterio y, sobre todo, en mi percepción sobre cómo se encontraba él. En verdad, hacia tiempo que había superado lo de su exmujer y que le engañara con su amigo Nacho, y ahora yo tenía que superar lo de Laura.
Así que, cuando en aquella primera jornada de contacto con el variopinto grupo que asistía a las sesiones de modo habitual, relaté no solo lo de Laura sino que me remonté a la pérdida de mis padres y mi hermano Hugo durante mi adolescencia. De ese modo, tras abrirme al grupo, Mary encontró la exacta e inusual palabra que me definía. Me miró y la soltó: "Óscar, tú eres un resiliente". Sí, estoy seguro que no subí una ceja. Supongo que lo que sí hice fue asentir con la cabeza y aparentar que sabía qué significaba "resiliencia". Acto seguido, cuando me tocó el turno de escoger la palabra precisa que, a mi entender, la definía a ella escogí "singular". El término "singular" abarca "único", "diferente", "raro" y hasta "extravagante". En cuanto a su apariencia, en verdad Mary era un tanto extravangante. Vestía como una hippie del siglo XXI, añadiendo a su indumentaria un toque casual. El aire inconformista y ultramoderno lo conseguía con su cabello "grombre". Me gustaba su pelo gris. Me gustaba Mary.
Tras la sesión solían quedarse a tomar algo en un bar cercano y Rodri me animó a que los acompañase. Esperé unos minutos para ver si Mary tenía intención de hacerlo y, tras averiguar que sí se quedaría, acepté la invitación de mi amigo.
La primera cerveza la tomé mientras charlaba con Rodri, Martina, la psicóloga que había dirigido la sesión, y un par de personas más. Mary estaba a unos metros de nosotros, conversando animadamente con otro grupo. De vez en cuando nuestras miradas se cruzaban y, en un momento en que Rodri comenzó a acaparar la conversación contando una anécdota de su último viaje, yo aproveché para acercarme al grupo donde Mary se hallaba. No podía evitar observarla como tampoco podía dejar de imaginarla cantando a pleno pulmón.
De pronto, me miró y soltó un "de modo que soy una tía singular...".
-Te lo explico luego... Yo... no quise...
-Voy a sacarle una confesión a Óscar en privado. No sabes el lío en el que te has metido... Singular...
Me tomó del brazo y nos apartamos del grupo.
-Tú me has definido como resiliente...
-Eres un luchador, resurges de las cenizas, no escondes la cabeza bajo tierra. Tengo la impresión de que eres un superviviente. Caminas aunque estés exhausto. Ey, que te he echado un mogollón de flores... Y tú aún ni una. Soy singular... ¿Por mi pelo grombre?
-Es la segunda palabra que me vas a obligar a consultar en el móvil si no quiero parecer un ignorante. ¿Qué narices significa "grombre"?
-Es por el color gris. Modas. Cosas raras. Ya ves, es habitual en mí no llevar el pelo con un color corriente, dado que soy "singular".
-No es una definición despectiva... No quise...
-Y no me lo tomo así. ¡Ey, te estaba vacilando! Eres un resiliente un tanto serio. Cambiemos de tema... ¿Volverás la semana que viene o con una vez de muestra ha sido suficiente para ti?
-Una vez no es suficiente para pasar página. Regresaré.
-Rodri ya habla de su ex. Pronto hablarás de tu mujer con una sonrisa.
-Su ex esta viva. Mi mujer falleció. No me apetece sonreír.
-No olvides que yo también llegué al Rompeolas por una pérdida. Estoy segura de que ella sabía quién y cómo eras tú. Todos tenemos una historia y, mira tú, aquí después de llorar, todos hemos sonreído. No te lo he comentado para obligarte a sonreír deprisita, la cosa no va así, cada cual lleva su luto con sus tempos.
-¿Y cuál es la tuya?
-Ah, es verdad, olvidé que la conté hace mucho, tendré que rebobinar a ese día en el Rompeolas... Mi historia... Pues... mi padre me echó de casa cuando les conté que era lesbiana. Mi madre no hizo nada para impedirlo. Hace veinticinco años de eso. Les debo... Espera que lo piense... Les debo nada. Con quince años, que te pongan de patitas en la calle es jodido. La que entonces era mi novieta también salió del armario y siguió en casa. Mis padres de misa los domingos y los suyos de no pisar una iglesia salvo en comuniones, bodas y bautizos y Lidia siguió su vida y yo me vi en la calle. Bueno, en la calle no, sus padres me acogieron unos días hasta que mi abuela se apiadó de su nieta degenerada. La vida es injusta y... singular. Me pasé semanas llorando tras su muerte y no acudí al entierro de mis padres. La vida...
-Eres... lesbiana...
-Veo que te ha impactado mucho mi historia, hasta el punto de que solo te has quedado con ese insignificante detallito... ¿Aún estás procesándolo? En realidad soy bisexual. Espera, que ahí no acaba la cosa... Vivo en pecado con otra mujer y dos hombres. Somos poliamorosos. ¿Te parece suficientemente singular?

Mary lanzó una carcajada. Efectivamente, aún me había quedado en lo de lesbiana. Tardé unos segundos en llegar a bisexual y un poco más en asimilar lo del poliamor, algo de lo que había leído en alguna revista, pero que jamás pensé que alguien lo practicara.

-He acabado de procesarlo en este mismo instante. Sin embargo, sigo imaginándote cantando "Y no me crees".
-¿Es una adivinanza? ¿Quizás tengo que responder algo elocuente o chispeante a ese comentario?
-¿Conoces el tema?
-Ey, claro que lo conozco.
De pronto se puso a cantar.
-Y no me crees cuando te digo que la distancia es el olvido, no me crees cuando te digo que en el olvido estoy contigo aunque no estés,
y cada día, cada hora, cada instante pienso en ti y no lo ves,
no me crees... Es una de los canciones favoritas.
-Cantas muy bien.
-No me has preguntado. No te lo he dicho. Soy profesora de música en un instituto. Años de universidad y de conservatorio han logrado este milagro. Hasta toco la batería. Ya ves, chica singular. ¿Y por qué me imaginas cantando a Efecto Mariposa?
-Todas las mujeres que me atraen las veo en mi cabeza cantando esta canción. Debo hacérmelo mirar...
-Más bien, sí, deberías... A pesar de que estás todavía digiriendo quién soy y cómo vivo, me sigues imaginando cantarina. Bueno, imaginando ya no, has comprobado que canto mejor que el original...
-Corrobora lo de singular. No me equivocaba.
-¿Qué haces después?
-¿Después de qué?
-De aquí, hombre.
-Irme a casa.
-Vente a la mía...