Revista Literatura
Un sueño inquieto. Ya no los llamo pesadillas, porque no tengo pesadillas. Observo con lejanía de espectador consciente los sueños inquietos, en los que aparecen carreras, sudores, disparos, cosas inquietantes. Qué hay más inquietante que volver a estar frente a las Puertas, otra vez. Cuando hay Puertas, aparece Jung por alguna parte, de manera irresistible a la llamada.
Al ser expulsada del sueño miro el reloj. Marca 4:44.Qué hora tan extraña.
Y entonces recuerdo que no tengo el Liber Novus de Jung. Y recuerdo sus muchos dibujos (tres o cuatro) hechos públicos con esquemas cuaternarios de los elementos. Tantas cosas que resuenan infinito, barcas solares egipcias, cruces solares de Odín, detalles de la Tradición Esotérica Occidental. Es lógico que también vendan en Amazon otro volumen explicativo de lo que es cada cosa, hace falta dar muchas vueltas para saber de dónde vienen las referencias. Las mismas que he dado, hasta caer exhausta, aburrida, cansada: nada hubo detrás de ninguna de esas puertas. Y si lo hubo, se les olvidó.
Ya no busco nada porque ha dejado de tener importancia. Porque hemos arrivado al centro del meollo: está mal dicho, no existe búsqueda de la felicidad, la palabra es paz. Cuando desaperece la angustia del caminante, este se sienta tranquilo a danzar con el aire y respirar. Ni echa de menos el pasado ni añora el futuro.
Exhibo mis 4 canas, nuevas, aparecieron hace 4 meses, las primeras canas. Las exhibo, ¿veis? para que creáis que soy una de vosotros, que me ajusto a vuestro patrón de casi-40 años. Que he perdido siquiera un poco de la misma sed de conocimiento, del mismo fuego en la búsqueda que tenía hace la mitad, o que ha menguado la capacidad para mirar el mundo como si fuera nuevo.
Inextinguible.
La paz sostenida del que sólo tiene presente.