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Respuesta electoral

Publicado el 26 agosto 2013 por Jcromero

La cronología histórica nos dice que la democracia española dura casi tantos años como duró la dictadura y, por como actuamos, parece que también ahora preferimos el sarcasmo a la acción, encogernos de hombro a dar un paso al frente. Si en el franquismo no se supo o pudo derribar al dictador, ahora parece que no sabemos ni queremos librarnos de los corruptos y farsantes que dicen representarnos, conformándonos con el desafecto expresado en encuestas y redes sociales.

Distintos barómetros vaticinan una abstención próxima al 51%. Los abstencionistas interpretan que es una magnífico dato que reafirmaría el rechazo de la ciudadanía a una forma de hacer política. De acuerdo, pero ¿al día siguiente qué? ¿Se puede lograr un triunfo sin ganancia alguna? Quien piense que los partidos y políticos recibirán el mensaje de asco y rechazo a sus prácticas y componendas, ya pueden esperar sentados. Cuando se certifique la gran abstención anunciada, los defensores de lo establecido, aducirán que se trata de una prueba de salud democrática —por lo que supone de confianza y delegación implícita en los políticos—. En todo caso, el sistema no se descompone por la incomunicación entre la sociedad civil y sus representantes, ni se convulsionará porque estos sean elegidos por cada vez menos electores.

Hay quien anuncia con algarabía el derrumbe del bipartidismo. De producirse, no dejará de ser la sustitución de unos por otros. Desapareció la UCD, partido clave durante la Transición, y no pasó nada; si desapareciera el PP, el PSOE o los dos, no significará necesariamente un cambio real en la opinión de los electores sino su apuesta por otras formaciones como instrumento político. Cuando se produzca la derrota del bipartidismo, si se produce, se dejarán atrás las mayorías del PP o PSOE para abrirse un escenario diferente donde la negociación, el pacto y la coalición sustituirían a gobiernos de un solo partido. ¿Algún problema? Salvo para quienes gustan de etiquetar con derecha o izquierda cualquier contenido para adherirse o repudiar el mismo, ninguno. Pero entonces, surgirá un nuevo desencanto entre los electores; el provocado por la política de consensos entre fuerzas que se presentaron como dispares y funcionarán, en lo fundamental, como iguales.

Por como actúan, a políticos y partidos no les interesa la calidad democrática, ni la poca o mucha participación; les preocupa ganar, tener más votos que el contrario, salir elegidos. Los hay que ocultan su ideología: unos por carecer de ella, otros por temor a que los electores les reconozcan y huyan. Incluso hay algún partido con un guirigay estratégico tan descomunal que, en espera de noviembre, no sabe si quiere ser una cosa o la contraria. Otro, ofrece un proyecto económico consistente en liquidar lo público —¡privatizan hasta el sol!— en beneficio del sector privado ocultando sus intenciones con un lenguaje repleto de eufemismos para confundir y engañar. Así las cosas, todos se centran en un demencial carrusel de insultos y descalificaciones donde predomina el agravio comparativo, lo malo que son los demás y lo bueno que son ellos.

Con este panorama que gobiernen unos u otros no supondrá cambios realmente significativos por mucho que PP, PSOE o IU tengan diferencias evidentes. Podemos responsabilizar a la crisis de la negativa percepción de políticos e instituciones pero, en realidad, la política siempre fue observada con recelo. Conocidos los datos de afiliación parece que nunca hemos confiado en las formaciones políticas pero delegamos en ellas por comodidad, por el aporte de una supuesta cohesión social y por lo que de simulación democrática representan. Delegamos en ellos sin atisbar el riesgo de convertirse en auténticos enemigos de la democracia.

¿Que hacer entonces? ¿No votar? ¿Votar en blanco? ¿Esperar que mi viejo partido se reconstruya de entre las cenizas para satisfacer la deuda pendiente con la ciudadanía después de tantos años malgastando la confianza, la fidelidad y las ilusiones de muchos electores? ¿Dispersar el voto para que nos sigan gobernando estos impresentables? De momento, contra ellos; por fulleros, traidores y aprovechados

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