Revista Literatura
Reconozco que he acudido a las páginas de Marie Kondo a investigar su método para ordenar la casa. Es un problema que arrastro después de muchos años de convivencia en pareja, un desorden reaccionario y consciente, motivado porque lo de limpiar no es algo en lo que necesite ayuda sino una responsabilidad compartida. Al existir dejadez por la otra parte, hacer lo mismo y no mover un dedo, a pesar del profundo asco que me causa el desorden.
De tanto no hacer nada, ahora sola se me ha olvidado cómo se hace algo. Hasta el límite de necesitar un bestseller de seudo-autoayuda para ordenar.
Entre la montaña de libros encuentro un resto del proyecto anterior, un trozo claro de la palabra "árbol". Sonrío. Casualidades. En el árbol morado voy corrigiendo por esa parte.
El proyecto anterior se llamaba Al otro lado y después se convirtió en Las revelaciones. Fue el primer intento de afrontar la escritura de un modo diferente, porque en los 20 años anteriores no había funcionado eso de los concursos literarios de ninguna manera. Así que busquemos la profesionalidad, busquemos una editorial, busquemos lo que hace todo el mundo. Y así surgió Claudia y toda su historia. Peleaba con ella hasta que emergió una raíz paralela: todas esas historias y vivencias, esos "basado en" donde me apoyaba, aquella otra persona que conocí, eran mucho más interesantes contando toda la realidad, sin ficción. Así parí el primer ISBN de mi historia, transmutado en Los versos del hambre.
Después quise retomar Las relevaciones cambiando algunas cosas. Por más que lo intenté, incluso con el viejo método de imprimir folios y anotar mil cosas en los márgenes, tachar y componer, ya no servía.
Celebramos las exequías en una olla con fuego, para dar paso a otra cosa.
Y vino Elisabeth. Y Los hijos del azogue e incluso los derechos adquiridos a una fotógrafa inglesa para la reproducción de dos piezas suyas como portada en la autoedición. El libro nuevo para 2016. Otra vez me encuentro en el mismo dilema: de repente, aún siendo más ficción, más fantasía, con terror y fantasmas, con tumbas en las que sólo hay que sentarse al lado para que dicten cosas al oído, emerge una raíz paralela, El árbol morado, que es igual o más interesante. Porque es verdad.
La verdad siempre es revolucionaria.