"Dios no da el Espíritu por medida. El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano" (Juan 3:34-35).
Jesucristo desempeñó una función que exigía sumisión voluntaria, e hizo la voluntad del Padre mediante el poder del Espíritu. Ese es un acto asombroso de amor y humildad de alguien que es primeramente Dios y que siempre lo será por toda la eternidad.
Es importante reconocer la obra del Espíritu en el ministerio y la resurrección de Jesús porque ella indica que toda la Trinidad participó en la redención de la humanidad.
La mayor confirmación de que Jesucristo es quien dijo ser es que el Padre resucitó al Hijo mediante el poder del Espíritu Santo.