
En la sala de espera del hechicero hacía cola. Vio a una bruja que quería quitarse una verruga de la nariz y una sirena pelirroja que se había quemado la piel por el sol. A ella le dolía un pie. Tenía sobre su regazo una larga trenza rota. Se la había cortado para escapar de una torre. Antes de irse dejo una nota: Me piro, no te preocupes. Prefería romperse un hueso, a la vida junto al primer príncipe que pasara por allí.
