
Cayó de bruces en las tramas de un juego en el que no existían reglas. Donde la trampa era el pan de cada día, para subir y subir… No sé hasta dónde porque jamás hay límites. El ego es un globo para el que solo está permitido elevarse. Lo que muy pocos saben y muchos caen en su trampa, es que arriba no hay nada, ni nadie que te quiera por lo que eres. Es un baile de vanidades en las que nadie confía ni en su sombra.
