Llevo semanas soñando con una mujer extraña... Tiene cuernos y su mitad inferior se asemeja a los cuartos traseros de una cabra. La encuentro en el parque mientras paseo a Lucas, mi perro. Llevo mucho tiempo solo. No he vuelto a sentir la necesidad de estar con una mujer desde que mi esposa falleció. Apenas sé cómo se entabla una conversación con una a quien acabas de conocer, como para hacerlo con un ser que solo es humano a medias. Sin embargo, ella es hermosa de un modo extraño. Sus ojos son de un verde intenso, su sonrisa apacible, su mirada profunda y su cabello tiene el color de la miel.
La primera vez que soñé con ella me dijo su nombre y hablamos unos minutos. Se llama Sania.
La siguiente noche me habló de sus orígenes; la tercera conversamos sobre nuestros miedos; la cuarta la vi hermosa. Olvidé lo que es. Olvidé que sus piernas no son humanas, que ella solo vive en mis sueños. Lo olvidé todo.
La quinta noche imaginé mi vida con ella en sus tierras, muy lejos de todo este vacío.
La sexta me dije que esto que siento era imposible e irreal, joder. ¡Es un fauno!
La séptima hice la maleta, cogí a mi perro y me fugué con Sania donde los sueños se hacen realidad.
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