Revista Literatura

Retórica

Publicado el 05 abril 2011 por Gasolinero

Hoy he pensado, no sé si acertadamente, en la admiración que profesamos los de mi generación por los grandes discursos, las palabras ampulosas y rimbombantes, los temas profundos y de calado, etcétera.

Teníamos un amigo que se jactaba de la importancia de los temas de conversación de nuestras escasas reuniones.

En ellas hemos hablado de mundos paralelos en noches toledanas, del 2.0 y el marketing viral al amor de una lumbre; de Hegel. Hemos discutido científicamente y con datos sobre para que lado se echan el pelo los habitantes de Cincinatti, Ohio, afirmando vehementemente unos que a la derecha, otros que a la izquierda y algunos asegurando la calvicie de los cincinateños. Retórica rebuscada con acento tomellosero que demuestra el poco valor que le damos a la palabra al usarla tan profusamente.

Los estoicos abuelos manchegos usaban las palabras con cuentagotas, pero certeras como pedradas. Siempre escuchaban y solo hablaban cuando tenían algo que decir y era casi siempre una sentencia generalmente infalible.

Y nuestros hijos no hablan o si lo hacen se arreglan con cincuenta palabras.

Como siempre, nos ha pillado todo en medio.

Retórica

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