Unos meses atrás, visité una plaza en busca de un algo que ahora no puedo recordar. Era cerca de las 9 pm y estaba muy cansado, lo único que podía pensar era en regresar a la casa y acostarme a dormir. Cuando llegué al estacionamiento encontré que Rocco tenía una llanta ponchada. Lo que es peor, recordé que unos días atrás saqué la llave de cruz de la cajuela mientras la limpiaba y no la coloqué en su lugar.
Me animé a entrar de nuevo a la plaza, pues recordé que había un supermercado y, con certeza, podría comprar una nueva llave para cambiar el neumático.
Bajé las escaleras, entré a la tienda, compré la llave y regresé al auto. Saqué la refacción y todos las herramientas que me servirían en el proceso. El estacionamiento estaba oscuro y hacía mucho calor, me quité la camisa del uniforme y comencé a trabajar. Por mi mente rodaban maldiciones y demás, ¿porqué me había pasado, y en semejante momento?
Un vigilante pasaba en ese momento montado en su motocicleta y se acercó para ayudar. No hizo gran cosa, pero me ayudó colocando la lámpara de tal forma que tuve suficiente luz para terminar mi trabajo. No me ayudó con los birlos, ni con la llanta o las llaves; pero estuvo ahí y su plática me tranquilizó.
Cuando terminé con el cambio, me deseó buenas noches y se alejó.
Recuerdo haber sacado varias toallas con alcohol para limpiarme los brazos y una toalla de algodón para limpiarme el sudor. Recogí mis pedazos y me subía al auto. Mientras manejaba de regreso a casa, no podía dejar de pensar en lo mucho que me había ayudado esta persona a la que ni siquiera pregunté su nombre.
Anoche ocurrió algo similar.
Salía de la oficina cerca de las 7 pm, cuando noté que el auto de un amigo tenía una llanta ponchada. Fui a darle las malas nuevas y no pude evitar recordar lo que me había ocurrido un tiempo atrás. Mi amigo tomó sus cosas y se preparó para realizar el cambio, entonces tomé la decisión y saqué mi llave de cruz de la cajuela de Rocco y me acerqué a ayudar.
Fue una larga aventura, pues los birlos de su auto estaban tan apretados, que terminamos descomponiendo mi llave y tuvimos que salir a conseguir una nueva. Caminamos por el centro de la ciudad visitando un par de supermercados, sin éxito, luego recordé una tienda de herramientas no muy lejos de donde estábamos. Compramos la llave, regresamos a la oficina y cambiamos el neumático.
Mientras estábamos en eso, dieron las 8 pm y la noche nos embistió. Saqué mi teléfono y encendí el LED de la cámara, alumbrando el trabajo de mi amigo. El recuerdo de aquella noche vino a mi mente.
Al terminar, nos despedimos y cada quien continuó su camino.
Manejaba hacia el café, pues había quedado en verme con otro amigo, pensando en todo lo sucedido. Estoy convencido de que este fue mi momento de retribución hacia el mundo, una oportunidad de devolver el favor, karma o como quieran llamarle.