Así he vivido los últimos años, teniendo la sensación que algo, alguien se llevaba mi tiempo, que no lo vivía completo, que algo me había sido prohibido.Siempre esperando que llegase algo, nunca sabía el qué, pero lo esperaba, esa es otra forma de perder el tiempo, mientras espero, lo miro pasar, hasta que lo siento que se detiene y es él el que mira, me observa y se ríe porque pienso mucho en él sin tenerlo, sin poseerlo.
Tic, tac, tic, tac…
Esperando siempre a que el tiempo cicatrice las heridas, pero qué cicatrizar si la herida es porque no se ha vivido lo que siempre se ha sentido, anhelado, soñado, lo que nunca ha llegado pero he sentido como mío.
Tic, tac, tic, tac…
Ayer volví a recordarte, ayer te volví a sentir, te reconocí en ellos, ellos que gritan porque ya no tienen miedo, porque ya no tienen nada.Su brillo en los ojos es el que tú has perdido, su pasión hace añosolvidaste, eres ellos, pero ya no eres nadie y te duele, por lo perdido, por lo no ganado.
Tic, tac, tic, tac…
Suena el despertador pero Juan ya no está tumbado en la cama, se encuentra sentado al borde y con la mano preparada para que de un manotazo no se escuche el infernal sonido de ese aparato que lleva tanto tiempo en su vida, no recuerda el lugar de su procedencia, está ahí, siempre lo estuvo, como otros tantos aparatos, muebles y recuerdos, que no sabe de dónde vienen pero forman su vida, su día a día, igual que él, así se ha sentido siempre, un objeto que tiene que estar en un lugar que no es para él, un estorbo para él mismo.
Los últimos años de su vida han sido grises, ha sentido como poco a poco su juventud se iba agotando hasta convertirse en el viejo que ahora es, ese sentimiento es lo que más le ha marchitado, él que siempre se sintió joven, cada mañana podía observar como su juventud se iba convirtiendo día a día en su edad real, 64 años. Pero hoy hay algo nuevo en él, un nuevo brillo, por fin su juventud se ha separado de su cansado cuerpo y ha vuelto a mirar el pasado, cuando él era el joven y las arrugas no decían nada.
Se pone los pantalones vaqueros, siempre se ha sentido extraño con ellos pero fue una de las últimas “manías” que tuvo su desaparecida esposa. Está seguro que su mujer intentaba a toda costa que su cansado espíritu no envejeciera a tan acelerado ritmo y con esos pequeños gestos intentó hacerle recordar lo que un día fue.
Una camisa a cuadros, las zapatillas de deporte, otra de las cosas con las que nunca había estado del todo de acuerdo pero le esperaba un largo viaje, un viaje al pasado.
-Nos han dejado de lado Tina, no nos han escuchado, todo sigue en las manos de los mismos y lo peor es que hemos sido nosotros mismos los que hemos cedido. -Tranquilo, habrá sido para bien, estoy segura, por el momento todos parecen contentos. -Pero ellos no son nosotros, son los de siempre.
Cuando coge el coche recuerda aquella conversación que la transición trajo a su vida, esos años que vivió inmerso en la política, ya no era un jovencito, pero se pasó su vida en una familia conservadora que comulgaba con la dictadura que se sufría en este país. Realmente nunca tuvo un sentimiento político ya que durante aquellos años vivió en una burbuja entre su familia y amigos que eran de la misma condición que él. Fue al conocer a su esposa en la universidad cuando empezó a enterarse de la trastienda de la dictadura. Es cuando junto a ella comenzó a ser un protagonista en la política “prohibida” de aquellos años.
-Juan, la verdad que yo estoy conforme con lo que se está haciendo, estoy cansada de luchar y nunca ganar, necesito tranquilidad, necesito un respiro.-Pero nos arrepentiremos de lo que ahora hacemos, llegará el día…
Ese día había llegado, la gente se ha revelado y él estaba dentro del coche camino a Madrid, 178 kilómetros le separaban de Sol, pero tenía que verlo con sus propios ojos, volver a sentir lo que él sintió en la Transición, quería ser testigo de que la gente seguí viva, y más indignada que nunca. Necesitaba asegurarse que esto no era una pataleta más, que era de verdad ganas de cambio, de justicia, necesitaba recordarse.
-Tina, le estamos dando todo el poder a ellos, de nuevo el pueblo se queda fuera.-Pero lo hacemos por la paz.-¿Y dónde dejamos la dignidad? -Parece mentira Juan, hace cuatro años eras un chico de clase alta que no sabía ni lo que pasaba en España y era yo la activista, mírate ahora Juan, la política te consume como lo hacía conmigo, es lo que quiero parar, dejémonos respirar o el odio se instalará en tu cuerpo y te matará.
Recordar aquella conversación le trae dolorosos recuerdos, poco después Tina le abandonó para siempre, una terrible enfermedad acabó con su vida y es cuando entendió aquellas palabras que en ese momento no pudo comprender, incluso se molestó. No puede contener las lágrimas.
Ya en la plaza de Sol lo primero que le sorprende es que con su edad no se siente fuera de lugar y hablando con los reunidos allí se da cuenta que tampoco se encuentra fuera de tiempo, muchas de las reclamaciones que tienen los que aquí se reúnen son las que él hizo hace cuarenta años o las que su mujer le contó que se hacían hace más de ochenta, es decir, todo sigue igual, nada ha cambiado, el poder sigue en manos de los mismos y el trabajo cada vez está menos reconocido. Él luchó contra un poder político que los tenían subyugados, ahora se encuentra con un pueblo que está indignado porque lucha con una clase política que le ignora y un poder económico que le asfixia. Otra vez había olvidado que los derechos se tienen que luchar día a día, otra vez se había separado, hasta hoy, por él mismo y por Tina necesitaba acercarse a ver otra vez la ilusión de un futuro mejor, un futuro justo con el que todos soñamos.
Tic, tac, tic, tac…
Cuando se aleja con lágrimas en los ojos, reconoce que esta ya no es su lucha, la fue, cada generación debe tener su revolución, pero ya no tiene fuerzas para afrontarlo de nuevo aunque ha vuelo a verse allí, se ha vuelto a reconocer en cada uno de los que allí estaban reunidos, solo espera que el tiempo perdido no tiña sus ojos como lo hizo con los suyos.