Gusmar nos presenta de forma magistral su aventura en el género de la novela fantástica y logra sutilmente hacernos olvidar que se trata de comportamientos no reales por parte de sus personajes al mezclarlos de excelente manera con hechos trascendentes de la realidad histórico-contemporánea y de nuestros contextos políticos, sociales y hasta culturales. Sin duda, tras ver sus escritos, vemos cómo se va acentuando su firma literaria en su lenguaje repleto de venezolanidades y/o “latinidades” que permiten la identificación rápida del lector con la propuesta, y “Regeneración” no es la excepción de ello, desde sus personajes, el contexto que envuelve a cada uno, sus experiencia, van dejando un sabor a nosotros, un sello de lo nuestro, que sin pecar de idealista, sabemos que más temprano que tarde hará que lo nuestro resuene en el mundo.
Roberto Infante, personaje principal de la obra, a pesar de sus cualidades sobrenaturales es la muestra más humana de la realidad del hombre, Roberto es la viva encarnación de nuestras luchas, nuestros temores, nuestras culpas, fracasos etc., pero es también la representación del valor humano, es la muestra de que se puede cambiar, de que se puede soñar con un mejor porvenir y actuar en función de ello. Reflexionar en Roberto infante es ver más allá de las cualidades imaginarias propias de la historia y su estructura de género, y notar que la cualidad más importante desarrollada en el curso del personaje es un “don”, y que éste podía ser direccionado en función del bienestar común. Él lo descubrió, entendió que hay un propósito. Y de alguna forma Gusmar entra en ese mundo reflexivo y obliga a sus lectores a pensar en ello: “¿No has pensado que podrías ser un héroe en situaciones de riesgos? Tal vez tus heridas sanan involuntariamente pero debes trabajar en las heridas de tu memoria, regenerar tu mente, ser capaz de generar otras actitudes en ti.”… Así, el héroe que nace producto de esta maravillosa historia no fue consecuencia de su cualidad de regenerar su cuerpo y burlar su muerte, más bien nace del hecho de cambiar su manera de pensar, y usar aquello que tanto dolor le causo, en el bien de los demás.
Sin dejar de lado su tono crítico y denunciante ante los aspectos importantes del acontecer diario de nuestras tierras, Gusmar una vez más, toca de manera superficial, pero no menos importantes, temas como la religión y con mayor fuerza la política, entre otros. Personajes fugaces como Andrés Candanoza, hijo del trabajador de la industria petrolera William Candanoza, es evidencia de ello, quien queriendo rogar a dios por su padre se cohíbe por el ateísmo de su padre y más bien piensa en el futuro de él tras su posible muerte, … “Pensó en elevar algunas plegarias, recordó que su padre era ateo. Se preguntó si dios salvaría a un ateo en medio de una tragedia como esa, de la que ya se reportaban una cifra de veintinueve. Su padre no había sido un hombre violento o sin moral, era un buen hombre, así lo consideraba a pesar del divorcio, siempre que pudo se mantuvo cerca, le enseñó valores importantes para una ciudadanía fructífera, lo motivó a cursar estudios universitarios, nunca habló con prejuicios en contra de ningún creyente católico o evangélico. Lo único que le molestaba de su padre era su tranquilidad frente a la vida eterna, en la que él sí creía. ¿A dónde iría el alma de su padre?”… Es un pequeño ejemplo de la dirección y enfoque de Regeneración, una novela que juega con la ficción y la realidad, que nos permite ver de una forma ilustrada el poder que hay en cada uno de nosotros, “el poder de cambiar nuestro entorno” haciendo uso de esos talentos que hay en cada individuo, y que usándolo de manera correcta haremos un mundo mejor.
Sin lugar a dudas y sin temor a equivocarme invito a todos a disfrutar de esta pequeña pero sustanciosa obra, que dejará un inmenso sabor a reflexión, mientras te entretienes con una aventura de “héroes” que pueden parecerse a ti.