Revista Literatura

Rigor Mortis

Publicado el 01 julio 2010 por Onomatopeyistas
Rigor Mortis
— Amigo, vaya mujer la que conocí ayer. Increíble, preciosa, maravillosa. Pasamos toda la noche juntos.
— ¿Sí?
— Como lo oyes. Quedamos, la recogí en el puerto y después bailamos en el malecón. Sin música, pero nos susurrábamos canciones al oído que los dos conocíamos.
— Qué cursis. Sigue.
— Estuvimos hablando toda la noche. Ni siquiera dormimos. Pasamos toda la noche hablando. Su familia. El carnaval. Los amigos. Champán. En mi casa. Toda la noche. Dormimos durante las horas del día.
— ¿Y cómo fue? ¿Quién es?
— Es una chica increíble. Está llena de vitalidad. Es joven. Ágil. Inquieta. Le gusta hablar y cuando lo hace durante 5 minutos sin parar, se interrumpe, dice que nunca para de hablar y después continúa durante otros 10 minutos.
— Y eso te encanta.
— Me encanta. Es la mujer de mi vida. Vale, ya sé que sólo ha sido una noche. Lo sé. Conozco los peligros del idealismo y la imaginación. Pero esta vez estoy convencido. Es la mujer de mi vida. Quiero morirme amándola a ella.
— ¿Hablas del rigor mortis?
— No...
— ¿Así que para toda la vida?
— Así es.
— Menudo cumpleaños tuviste, entonces. Menudo. ¿Te hubieras podido imaginar algo así?
— Nunca. Ni en mis mejores sueños. Conocer a la mujer con la que quiero pasar el resto de mis días...
— Sí, la verdad es que es increíble. Enhorabuena. Enhorabuena de verdad. No todo el mundo puede celebrar algo así a los 75.
Imagen: Rey Cuba

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