Richie Bravo es un solitario, también un buscavidas de temporada baja. Su único consuelo es el alcohol y las máquina de juego. Así es su vida. Vive de un talento cuestionable y vive también de las mujeres, gracias a algo parecido al "amor", sin ser él mismo capaz de amar, como iremos descubriendo a medida que avanza la película y aparece un nuevo personaje en escena, Tessa (Tessa Göttlicher), una hija de la que ni se acordaba, y que le hará enfrentarse a su pasado. No solo eso: Tessa, acompañada de su inseparable novio musulmán, le exige una compensación económica a cambio de olvidar todo el daño que le hizo a su madre y el poco cariño que dio a ella como hija.
Como se puede ver, Richie Bravo, con sus botas de vaquero y su abrigo de piel de foca, es un personaje de lo más lamentable y sin embargo el espectador llega a sentir algo parecido a la empatía, o dejémoslo en simplemente simpatía, por él.
En esta ocasión, Ulrich Seidl abandona el formato del documental que tan buenos resultados le dio con películas como las de su trilogía Paraíso: Fe, Amor y Esperanza, o En el sótano, Safari, y se pasa a la ficción...