Revista Fotografía

Río Dobra, caminata hasta la Olla de San Vicente. Por Max.

Publicado el 21 febrero 2011 por Maxi

MAX Y LOS CHATARREROS

Río Dobra, caminata hasta la Olla de San Vicente. Por Max.

Publicado en Asturias, Caminatas, Escursiones por maxalvarez en febrero 21, 2011

Un fin de semana más, salimos de casa sin rumbo definido, dispuestos a estirar las piernas y caminar un poco, el día estaba gris y aunque pronosticaban que por la tarde mejoraría, por experiencia sabemos, que las predicciones -en temas de tiempo- aquí en Asturias suelen fallar más que los gusanos, anunciando la muerte de Fidel Castro. Discurríamos veloces por la autopista cerca de Villaviciosa, cuando se nos ocurrió que después de una década, bien podríamos repetir la caminata –o paseo- a la olla de San Vicente, sita en el río Dobra. Con tan buena temperatura, seguro la nieve se estaría derritiendo en las alturas con rapidez, lo que le llevaría a este río, a desaguar un buen caudal en el Sella.

Aparcamos al lado de la carretera que sube al puerto del Pontón, después de dejar también atrás a Cangas de Onís –alrededor de media doce de kilómetros antes- Justo donde el Dobra vierte sus aguas al Sella, iniciamos el corto recorrido que no llega ni a tres kilómetros. Caminamos siempre al lado del agua, al poco nos encontramos con un puente de piedra –Puente Viejo donde se puede comenzar la ruta de gran recorrido, conocida por la Senda del Arcediano, que después de muchos kilómetros y salvar buenos desniveles, te adentra en tierras castellanas- Sobre el crecido caudal luce un airoso puente de un solo arco, parece de factura romana, aunque seguramente remozado en la Edad Media, pasamos a la otra orilla y disparamos unas cuantas asemeyas, el agua toma prestado y se tiñe con la tonalidad verde esmeralda de la floresta de ambas orillas.

Este afluente que nos llega desde los altos Picos de Europa, parte de las áridas tierras castellanas, tiene un breve recorrido y desde allá se despeña veloz por garganta estrecha, excepto este último tramo en que recobra la serenidad para abrazarse mansamente al Sella. Sus aguas son cristalinas, en parte debido a que en su cuenca no hay asentamientos humanos, que normalmente tienden a comportarse con la misma delicadeza que el caballo de Atila, contaminándolo todo con sus pezuñas. El río va bien crecido, sin llegar a perder sus orillas, no soplaba el clásico ventarrón de febrero, ni se presumía la inminente llegada de fuertes aguaceros, así que discurrimos contentos y distendidos, disfrutando del entorno, los árboles cautivando nuestra atención, con sus secos y leñosos esqueletos, los suelos alfombrados, por resecas hojas, tostadas y crujientes al pisar.

El paisaje es precioso, pozos y lagunas de aguas frías, parajes exuberantes de vegetación que despierta después del letargo invernal, en ciertos tramos debemos marchar despacio, procurando pisar con cuidado, ya que el perder el equilibrio pudiera significar el llevarte todas las papeletas, para darte un poco deseado bautismo, en las ahora heladas aguas. El caminar es cansino, perdimos minutos y minutos sin cansarnos, disfrutando del impagable murmullo anti-estrés de la corriente, y el no menos gentil coro de los pajarillos, que atareados parecen querer comenzar la época de los cortejos. Ya pugna por asomarse la primavera, con sus brotes tiernos y abundantes flores blancas en los espinos. Encontramos al paso, fresnos, arces, olmos, sauces… también ovejas y cabras pastando en las verdes praderas. Según vamos lentamente ascendiendo, aparecen también los castañeos, robledales, hayedos y tilos. Columbramos suspendidas en la altura, la silueta de unas perdidas casas del pueblo de Vis –perteneciente al concejo de Amieva- En la ladera que desciende, se destaca, el oscuro tono pardo, de un monte calcinado por el arrasador fuego, de no hace mucho.

Llegando a una amplia llanada, a través de un túnel de avellanos que se curvan haciendo dosel, venimos a dar a la misma Olla, un poco elevado al fondo, se destaca un prado con su intenso color verde, donde las pequeñas margaritas que lo salpican, sirven de contrapunto, en los alrededores se divisan los restos –apoderados por matas de ortigas y artos- de tres o cuatro edificaciones que en su día fueron cabañas, y donde alguna de entre ellas, están siendo recuperada, como viviendas de fin de semana, para unos habitantes privilegiados, que podrán disfrutar, de una gran piscina natural. No es época de baños, quizá los meses de verano, harán que algún intrépido se zambulla y se atreva a tomar un baño vital -o mortal- en la fría Olla de San Vicente y hasta sumergirse nadando hasta el fondo. Jóvenes con muchas energías han de ser sin duda, estos ya no son parajes para viejos, ni en pleno estío.

Las asemeyas que siguen fueron realizadas durante la caminata el día 19-02-2011

Río Dobra, caminata hasta la Olla de San Vicente.  Por Max.

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