Revista Talentos

Ritual

Publicado el 29 julio 2015 por Isabel Topham
Iba y venía a la oficina, como de costumbre. No le gustaba ese viaje, bueno, ni tener que madrugar para trabajar. Ni nada que estuviese relacionado con su trabajo. Pero, tampoco protestaba. Sabía que, a día de hoy, son muy pocos los privilegiados que podían presumir de levantarse temprano para ir a currar. Al menos, tenían un sueldo decente; y no la miseria que le dan a uno por estar en la cola del paro. Para él, eso era vida.
Todos los que piensan de esta manera, se confunden. No es vida aquella que trata de tener un trabajo, por ganarse la vida de alguna forma. Porque, claro está, aquel que no tiene buena salud, dinero o amor, dirá que no es feliz porque le falta uno de esos tres factores. Son importantes, sí; pero, no tanto como nos lo pintan. No porque trabajes, o quieras trabajar en algo que no esté socialmente aceptado no significa que no lo sea. Dedícate a lo que te guste, disfrutes haciendo y que te dé bastante igual lo que puedan pensar los demás. Al fin y al cabo, siempre va a haber alguien que te diga que lo haces mal a pesar de ir por el buen camino.
Asociamos con frecuencia el trabajo con el fastidio y no debería ser así. Trabajas en ello, porque te gusta; o, entonces, ¿por qué lo has elegido en su tiempo? Siempre he tenido a algún que otro profesor que antes de que terminase la hora nos soltaba algún rollo tipo "que yo también estoy aquí, pero ¿vosotros pensáis que yo estoy porque quiero estarlo?" y, a decir verdad, debería de ser así. Pero, como siempre, confundimos nuestras aficiones con la libertad y plena felicidad y, en absoluto, pensamos en hacer de nuestras obligaciones nuestra afición; o mejor, a la inversa.
Lo peor de todo, es que cuando vemos que alguien piensa de esta manera y decide por su cuenta "perseguir sus sueños" hasta lograrlo, nos quejamos e intentamos hacer todo lo posible para que no sea feliz; mediante el insulto fácil "no vas a ser nadie en la vida como sigas por ese camino". Alguien ya soy, no necesito ningún título que me acredite que he nacido. En cambio, tú como pienses así, dudo mucho que lo puedas ser sin ellos. Y eso, es lo que a mí me da verdadera lástima.

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