En la plaza de Euskadi de Bilbao, justo delante del parque de Doña Casilda el ¿arquitecto? Rob Krier ha perpetrado este edificio:
Hablar aquí de este crimen de lesa arquitectura sobra: A los que sabéis lo que es arquitectura no hace falta que os diga nada, y a los que no entienden no podré convencerles.
A pesar de todo, me lanzo.
Es una obra rara, ubicada en un tiempo imposible (¿finales del S.XIX? ¿principio del S.XX? ¿neo art-deco?). Es un decorado pintoresco, casi simétrico (pero no del todo) en sus volúmenes, y nada simétrico en sus colores. Como si fueran varias casas de varios arquitectos que obedecieran una misma ordenanza pero tuvieran los rasgos distintivos propios de ser obras diferentes.
Ese alzado huele. Y huele mucho. A muchas cosas. No soy capaz de descomponer los diversos aromas. Apenas esbozaré algunos.
Está dibujado voluntariamente "a la antigua", y evoca, además, la peor época de la arquitectura: un estilo arrepentimiento, un eclecticismo cobarde que en su momento manifestaba un gran despiste y una angustia ante lo que se asomaba por el horizonte: la modernidad. Un estilo que, hacia 1910, no era art nouveau ni tampoco era moderno, ni clásico, ni nada. Un neotodo y neonada, una arquitectura que apenas se atrevía a ser, para una burguesía que se sentía desplazada. Puestos a hacer la chorrada de imitar un estilo, se ha ido a elegir el más triste.
Incluso en la forma de dibujar el proyecto se regodea blanditamente con esas nubes a la acuarela. Qué grima me da.
Además de masturbarse con acuarelas lilas, el Krier ha diseñado unas cuantas estatuas. Siempre hace estatuas en sus edificios. Le gusta mucho. Imaginaos las estatuas. Ni os las pongo.
No merece la pena seguir. No quiero echar leña, porque no serviría para nada. Sólo quiero tocar una cuestión.
Merece la pena comentar que este edificio gusta a la gente. Y merece la pena, de paso, decir que la gente no es tonta. No conduce a nada burlarse de las personas "normales". Más bien deberíamos escucharlas y prestarles atención. Les parece armonioso, bello, tranquilo, agradable. Este edificio es un tremendo paso atrás, una rendición, una deserción, y lo que pone de manifiesto es que a la "gente normal" a la "gente honrada" no le gusta esta época, no entiende este tiempo.
La arquitectura (como la música, la literatura... todo) tiene que ser fruto de su tiempo. Tiene que ser un elemento coherente en el complejo entramado de la cultura y de la sociedad del momento. Tiene que forma parte de ese entramado.
Pero no sabemos qué pasa en el mundo para que las personas no quieran identificarse con su tiempo y prefieran esconderse en nubes lilas a la acuarela.
Justo enfrente de esta patraña hay un edificio de su tiempo, del arquitecto Carlos Ferrater. (Gracias al blog de VAUMM por el dato y por las fotos).
Naturalmente, este edificio no le gusta nada a la gente. Tal vez, como este sí es coherente con nuestro tiempo, participa de la hostilidad y de la angustia contemporáneas. Pero Krier, más listo, nos lleva a Disneylandia, a Las Vegas, a la falsificación, a un supuesto mundo idílico que ni existe ni ha existido nunca (y sabemos que no existirá, pero nos autoengañamos).
En todas las épocas de la historia la arquitectura ha sido la de su tiempo, pero ahora no. Ahora la gente quiere retornar a un pasado que cree más acogedor, más entendible.
Sin embargo, por un lado el señor Krier y mucha gente tras él, deploran el tiempo que les ha tocado vivir y quisieran retornar al tierno pasado; pero por otra parte, si tienen algún problema de salud corren a hacerse scanners, TAC, resonancias magnéticas. Eso no está bien: Deberían ser coherentes y pedirle al señor cirujano que les aplicara unas sanguijuelas.
(Esta actitud esquizofrénica -llevar en el bolsillo un iPod y a la vez añorar el pasado- debería llamarnos la atención y hacer que nos cuestionáramos de algún modo esta época incomprensible).
El propio Krier, en un acto de cinismo que le retrata, dijo que él no pensaba en hacer buena arquitectura, sino que hacía lo que gustaba a la gente. Eso, de una u otra forma, lo hacemos todos para complacer a nuestros clientes, pero este tío saca pecho de lo que no dejaría de ser un fracaso, y quiere complacer a la humanidad entera. Y el más complacido es él, con sus estatuas.
Como conclusión veamos una foto demencial que demuestra que vivimos en un tiempo demencial:
En primer plano vemos el busto de un prohombre, en un estilo académico. Detrás vemos una chapa oxidada de Richard Serra, y al fondo el pastel de fresa y vainilla. ¿Qué sobra? Obviamente, sobra todo, pero lo primero la chapa curvada, cuya única virtud es tapar un poco la tarta.
Para la "gente bien", la chapa es fea, está mal puesta y solo sirve para estorbar (para la "gente bien" y, si me apuran, para mí también). El edificio, ya he dicho antes, le parece agradable a todo el mundo. Y la estatua es lo suficientemente anodina y correcta como para que solo la atiendan las palomas.
Qué caos de estilos y de contradicciones. Porque cada uno de esos tres estilos es una forma de ver el mundo y una manera de vivir. Y los tres son imposibles.