Ostalgia
Hace un cuarto de siglo cayó el muro de Berlín. Recuerdo ese momento como una liberación. Sentí que me habían quitado un gran peso de encima. Sin embargo, muchos en la izquierda resintieron el hecho como si súbitamente hubiesen quedado huérfanos. Vivieron todos los acontecimientos que siguieron de manera trágica y no entendieron lo que había pasado. Quedaron desamparados en un mundo que había dejado de tener sentido. Muchos comunistas se sumieron en el estupor y la desorientación.
Por mi parte, yo que pertenecí al partido comunista mexicano durante muchos años, pensé que adquirían sentido los anhelos democráticos que había incubado desde hacía largo tiempo. El partido al que había pertenecido ya no existía. En aquel momento me pareció que la izquierda podría pensar en el futuro sin el agobio de ese lastre que fue el llamado “socialismo realmente existente”.
El día en que cayó el muro de Berlín recordé que, mucho tiempo antes, a comienzos de 1970, yo había viajado a esa ciudad desde Londres, donde vivía. La RDA me ofrecía una beca para estudiar allí un doctorado, gracias al apoyo de mi amigo Enrique Semo, que vivía en Berlín en esa época. Antes de aceptar me pareció prudente ir a Alemania Oriental para observar la situación. Lo que vi allí me espantó: una pesada dictadura oprimía a los alemanes del este, las universidades vivían sumergidas en un dogmatismo insoportable y la vida cotidiana de la gente era estrechamente vigilada por la Stasi. Me encontré en Berlín al historiador Friedrich Katz, quien me desaconsejó vivamente que estudiase allí. Poco después él abandonó la RDA. Yo me fui a estudiar a París.
Así que mis recuerdos de Berlín contribuyeron a que en 1989, cuando cayó el muro, sintiese una íntima satisfacción. Desde entonces –según lo expresa muy bien el intelectual cubano Iván de la Nuez– ya se puede aseverar, ahora sí, que el fantasma del comunismo se cierne sobre Europa, como afirmaron Marx y Engels hace más de 150 años. Iván de la Nuez en un libro inquietante (El comunista manifiesto, Barcelona, 2014) afirma que lo propio de los fantasmas es aparecer después de la muerte. Así que ese fantasma solamente pudo iniciar su recorrido después del fallecimiento del comunismo, en 1989, cuando cae el muro de Berlín. Ese mismo año, por cierto, el comunismo murió también, aunque de otra manera, en la plaza de Tian’anmen de Pekín.
No puedo menos que recordar a muchos de mis antiguos camaradas, viviendo como fantasmas la tragedia del fin del bloque comunista. Iván de la Nuez comenta que ha surgido un nuevo género en el cine (y en la literatura) equivalente al viejo Western inspirado en los colonizadores del Oeste norteamericano. Ahora con nostalgia ha surgido lo que llama el Eastern, ligado a la saga de quienes viajan a un ya perdido socialismo del Este. Lo define como una ostalgia, “una “melancolía –tenue y crítica a veces, exuberante y laudatoria en otras– en la que el pasado socialista aparece como objeto de añoranza ante los adversarios del recién estrenado capitalismo”. Cita dos Easterns clásicos que deben leer los interesados en la ostalgia: Koba el Temible (2003) de Martin Amis y Obra de arte total Stalin (1988) de Boris Groys, dos libros que nos llevan a viajar a la URSS estalinista.
La diferencia entre estos dos enfoques radica en que mientras Amis se pegunta cómo pudieron suceder el terror y el Gulag, Groys quiere saber si aquel horror puede ocurrir de nuevo hoy o mañana. Esta última pregunta, que plantea un intelectual como Groys, que nació en Berlín oriental y se formó en Leningrado, es particularmente inquietante. ¿Puede el fantasma reencarnar en las sociedades actuales? En todo caso, sabemos que circula en algunos rincones de las izquierdas que han sobrevivido al diluvio. Acaso pocos tengan como modelo a Corea del Norte, pero muchos, especialmente en América Latina, todavía creen que el socialismo cubano, con todo lo decrépito que sea su estado, sigue siendo un ejemplo a seguir.
Me pregunto si el fantasma no recorre hoy los campos de la izquierda mexicana, especialmente en Guerrero, donde diferentes corrientes políticas se enfrentan, bajo el peso de la herencia del antiguo régimen e incluso con la ayuda de la delincuencia organizada, en un escenario dramático. Ello ha provocado la más terrible crisis que haya jamás vivido la izquierda en México. Y también está confrontando al PRI a la persistencia de su pasado corrupto y autoritario.
(*) Publicado en Reforma, México, el 4 de noviembre de 2014. Se reproduce con la autorización de su autor.
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