Normalmente salgo a la caza de libros sin un objetivo concreto, quiero decir, sin buscar un título o un autor determinado. Aunque hay autores que siempre son piezas codiciadas, Cela, Delibes, González Ruano, Vargas Llosa, García Márquez, Umbral, Juan Eslava Galán o su heterónimo Nicholas Wilcox, Dumas padre y alguno más. Cada vez me cuesta más trabajo encontrar algo de estos autores, pues casi se podría decir que tengo sus obras completas. No obstante, en el caso de Cela, y dada su prolijidad, aun tengo títulos por conseguir y uno de ellos, que llevaba resistiéndose varios años, lo conseguí el pasado martes. Me refiero a: Rol de cornudos, de Editorial Noguer S.A., 1976 en tapa dura.
Se trata de una relación de las variantes de cornudos que según Cela existen y que con su habitual humor, socarrón y genial, enumera a modo de diccionario. Para muestra un botón:
“cornudo buen vividor. Es el cornudo optimista de Fourier. Lo entiendo mejor como el que todo lo ve, o finge verlo, de color de rosa, pero siempre a cambio de algo. Dícese que una mujer casada con un humilde empleado, le pegaba los tarros para ayudarle a sacar adelante a la familia. Trataba muy bien al marido y procuraba servirle de comer manjares tan selectos como inadecuados a su posición – caviar iraní, paté de Estrasburgo, faisán trufado, etc.-, todo ello regado copiosamente con los mejores vinos. Un día, extrañada de que el marido no encontrase raro tanto lujo y derroche, pensó:
- Voy a darle un escarmiento, para que al menos sepa quien trae el dinero a casa; cuando llegue a comer, le pondré delante lo que le corresponde con arreglo a su sueldo.
Cuando el marido llegó derrochando simpatía, como siempre, dijo a la esposa:
- Petrita, ¿qué le vas a dar de comer hoy a tu maridito?
La esposa le sacó una pescadilla frita y medio tomate y el marido, hecho un basilisco, pegó un puñetazo en la mesa y rugió:
- ¡Petra! ¿Tú crees que esto es comida para un cornudo?
Es especie ciclóstoma y análoga a la lamprea, de la que habla Quevedo en los versos que paso a copiar:
Dícenme, don Gerónimo, que dices
que me pones los cuernos con Ginesa;
yo digo que me pones casa y mesa,
y en la mesa capones y perdices.”
Hasta aquí el ejemplo; que viene a demostrar, según mi leal saber y entender, que la capacidad de síntesis de la sabiduría popular es sorprendente, pues con muy pocas palabras, viene a decir lo mismo. A saber:
Los cuernos, son como los dientes; duelen al salir, pero ayudan a comer.
Y tratándose de adornos en la cabeza, nunca es demasiado prudente cruzar los dedos y apostillar: lagarto, lagarto. Pues otra máxima sobre el tema, dice que el cornudo es el último que se entera.