Revista Diario

Rosa, una mujer cualquiera

Publicado el 29 diciembre 2009 por Emibel
ROSA, UNA MUJER CUALQUIERA
Ayer estuve comiendo con la soledad, la tristeza y el vacío....
ROSA
Fuimos compañeras de trabajo , conectamos enseguida por ser de caracteres parecidos, edad similar y circunstancias de la vida en común.
Rosa apareció con su gorrito malva que tapaba parte de su rostro como quien esconde su intimidad; muy maquillada para esas horas de la mañana escondiendo sus penas; largos pendientes, largo collar de bisutería que reflejaba brillos que ella no tenía en su alma.
Besos de bienvenida, conversaciones superficiales de trabajo, de familia; en fín conversaciones nuestras.
Un café, dos cafés, tres, cuatro.... hasta que el maquillaje de Rosa empezó a desaparecer de su rostro, continuaba con su gorrito pero los brillos de su bisutería ya eran más opacos.
Rosa es una mujer fuerte, de mediana edad a la que la vida no le había dado su abrazo acogedor.
Malcasada con un maltratador, tuvo dos hijos y fue dando tumbos por la vida, tumbos profesionales y en el amor.
Después de una primera mala experiencia conoció a Luis, una persona que la hizo muy feliz y muy insatisfecha a la vez, una persona a la que tenía un enganche psicológico tremendo, vida desorganizada, altibajos emocionales, problemas continuos hasta conseguir que Rosa ingresara en un psiquiátrico. Se recuperó y pudo olvidar a Luis.
Abandonó su trabajo de comercial que la tenía lejos de la familia, lejos de su hogar y encontró un trabajo estable, con un horario establecido y un entorno agradable. Rosa era feliz, se sentía libre de ataduras emocionales. Era buena compañera, buena amiga, buena persona hasta que todo se truncó. Era demasiado bonito para ser duradero en su anulada vida. La echaron del trabajo , sin aviso, sin importarle a nadie qué sería de ella.
Muchos de los compañeros tuvimos la mirada ausente largo tiempo, teníamos que dibujar la sonrisa en nuestras bocas pero nuestros corazones, el mío, estaba dolorido; me faltaba mi compañera, mi amiga, mi hermana (como a ella le gustaba fantasear que éramos).
Y al cuarto café empezó a desnudarse, a quitarse esa capa gruesa de maquillaje pero seguía con su gorrito malva que no se quitó. Ví a una persona hundida, abandonada a su mala suerte, sin trabajo, sin pareja, sin amigos. Conviviendo en la casa paternal con un padre enfermo y una madre autoritaria, bordando cojines, haciendo sudokus, cocinando y dejando pasar la vida. Ya queda un día menos.
Despedida, besos, más besos. Y lloró.
Quité suavemente su gorrito malva, acaricié su cabello, su rostro. Deposité besos de ternura en su castigada piel, le susurré un “te quiero” y un “siempre estaré ahí” y sonrió húmedamente.
Se abrazó fuertemente a mi cuerpo como queriendo entrar dentro de mí, como una niña buscando protección y asilo.
De nuevo susurré “te quiero”.
Y....se fue. Observé su caminar hasta que desapareció de mi vista como queriendo grabar en mi retina ese último momento. Se despojó de su gorrito malva, lo lanzó a la carretera , giró su cabeza hacia mí y.....sonrió.

Autora: Emibel
Dedicado: a ti, que no te llamas Rosa.

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