Publicado el 20 septiembre 2011 por Jcgarrido
@jcgarridodp
Cualquiera que no loconociera mínimamente podría suponer que, desde su proclamación como candidato,el dirigente socialista ha sufrido un súbito ataque de talibanización, cuandono una exótica demencia transitoria, que un día lo hace arremeter contra losbanqueros y al día siguiente contra el constitucional, hasta el punto de que anadie le extrañaría encontrárselo con rastas, bombachos y una camiseta detirantes, o vistiendo chilaba y postrado hacia la Meca.Como dijo Jonathan Swift: “La ambición suele llevar a las personas aejecutar los menesteres más viles. Por eso, para trepar, se adopta la mismapostura que para arrastrarse”. Así lo prueba este candidato que, por sialguien no lo tenía del todo claro, está demostrando que es capaz de cualquier bajezacon tal de arañar un voto. La mera hipótesis de que alguien así pueda regir losdestinos del país le arranca escalofríos al más insensible.Esta casta de políticosoportunistas, dispuesta a ganar a todos sus adversarios con sus propias armas y,si es preciso, se muestra más antisistema que los del 15M o más separatista queER, le está haciendo un flaco favor al país, pues cada voto que mercan con estosengaños le renta beneficios a las minorías con las que compiten, además de a lapropia imagen de la clase política, a la que, por fuerza, estamos comenzando a contemplarcomo una caterva de seres amorales y carentes de escrúpulos, capaces de todopor aspirar el poder, no digamos ya por mantenerse en él.