Ruedan las naranjas

Publicado el 19 octubre 2012 por Leon
Dos hombres colocaban las bolsas de deporte en el maletero del coche de Sergio. Este y Tor hablaban con Roberto junto al coche, en su garaje de reparaciones. El ruido hacía más complicada la conversación.
- Yo no me siento muy seguro con eso ahí detrás - decía Tor, que se movía inquieto, nervioso.
- Mientras no las destapéis, no tienen por qué explotar - le dijo Roberto con una sonrisilla -, salvo que peguéis un golpe bien dado claro, pero bueno, la vida es corta como para preocuparse por la muerte, no crees -.
- Bah, no le hagas caso - sentenció Sergio -. Tenemos que esperar a pactar con Teban para concretarlo todo... -
- Va a ser un buen golpe, eh - le dijo Roberto -, vais a sonar bastante con esto -.
- Con esos, sobretodo... - dijo Tor disgustado, señalando al maletero. Los otros dos le miraron desaprobando su comentario.
Tras la visita al garaje, Sergio y Tor se dirigieron hasta el humilde Barrio de los Trenes. Tras aparcar, buscaron con un papel en la mano el número de una casa. Cuando la encontraron, llamaron a la puerta.
El ruido de las casas se mezclaba con el del tren que pasaba por una vía próxima. Un bebé llorando, un niño jugando, unos jóvenes dándole a su moto y unos pasos que corrían. Sergio y Tor sacaron un arma y derribaron la puerta de un golpe.
La estancia estaba muy ordenada y limpia, como si fuera nueva. Una de las puertas del fondo aún se movía, y los dos corrieron para entrar por esta. En la siguiente habitación, la cocina, había una cristalera abierta. Cuando se asomaron, Bernardo saltaba de la escalera de servicios al pavimento, y corría por la calle como "alma que se lleva el diablo".
- ¡Alcánzale, y haz que gire a la izquierda! - le gritaba rápidamente Sergio a Tor.
Tor saltó a la escalera de servicio, y en tres saltos má llegó hasta el suelo, y empezó a perseguirle.
- ¡Espérate, Ber, solo queremos hablar contigo! - le gritaba.
Mientras Sergio salía de la casa y le daba la vuelta a la manzana por el otro lado. Tor ganaba distancia en su persecución, y se fue abriendo un poco a la derecha para intimidar a su perseguido, y no darle más opción que meterse por un callejón estrecho.
Bernardo pasó corriendo por al lado de un hombre que portaba unas bolsas con naranjas, y de su hija pequeña, que caminaba alegre a su lado. Y llegando al final del callejón, se encontró con que Sergio le cerraba el paso. Rápidamente sacó una pistola y disparó contra Sergio quien, al igual que Tor, se pusieron a cubierto, y respondieron con fuego, produciéndose un tiroteo.
El sonido ensordecedor de un tren dio paso a un silencio inusual, tras el cese de los disparos. Bernardo yacía en el suelo, sangrando por varios sitios, abatido. Y hasta él se acercaban rodando un grupo de naranjas que se habían esparcido por toda la calleja.