Desde luego, no fui yo el primero al que se le ocurrió esa idea. El filósofo y teórico del aburrimiento Blaise Pascal la formuló ya en el siglo XVII: "Cuanto de malo les sucede a los hombres procede de una única cosa, a saber, no ser capaces de quedarse quietos en una habitación". Es decir, la desazón de estar solo, con la boca cerrada y limitarse a percibir que el mundo no llegó con el televisor en los años cincuenta ni con internet en los noventa, ni ahora con los móviles inteligentes, sino que existía ya en la época de Pascal.El que siempre haya nuevas posibilidades de pensar en otra cosa (en forma de series de televisión, dispositivos de lectura, teléfonos y juegos) es, más que la causa, una consecuencia de las necesidades con las que hemos sido creados. Ese desasosiego habita dentro de nosotros desde siempre, es el estado natural.El presente nos atormenta, escribió Pascal. Reaccionamos buscando constantemente nuevas tareas que atraigan nuestra atención más allá de nosotros mismos.Desde luego, la probabilidad de que nos importunen ha aumentado drásticamente en lo que llevamos de siglo, y la tendencia continúa en la misma dirección. Vivimos en "la era del ruido". El silencio está bajo presión.Steve Jobs, fundador de Apple, advirtió no sólo las ventajas de la tecnología que estaba ayudando a crear, sino también los peligros. Jobs actuó en consecuencia e impuso a sus hijos un acceso limitado a los productos de Apple. Yo me fío más del padre de familia Steve Jobs que del visionario del marketing del mismo nombre.Según un estudio muy citado, los seres humanos tenemos menos capacidad de concentración que los peces de colores. Los hombres perdemos hoy la concentración al cabo de ocho segundos -en el año 2000 eran doce-, mientras que en los peces de colores el promedio es de nueve segundos. Y los peces de colores se encuentran, como sabemos, muy abajo en la cadena trófica.
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El silencio en la era del ruido
Erling Kagge(Oslo (Noruega), 15 de enero de 1963)
Erling Kagge es el primer explorador de la historia que alcanzó los "tres polos" de la Tierra: el Norte, el Sur y la cima del monte Everest.Pero asegura que eso, realizado a principios de los 90, ni se compara con su mayor hazaña: haber descubierto en medio de la "nada blanca" de la Antártida, durante una solitaria caminata de 50 días, el poder transformador del silencio.Kagge no se refiere a la ausencia de ruido acústico, sino a algo más esencial y profundo. Explora, a partir de su experiencia personal y de las ideas de filósofos, escritores y artistas clásicos y modernos, la importancia de aislarse del mundo. Porque silencio no significa necesariamente ausencia de ruido, sino que es un recurso al alcance de cualquiera y en cualquier lugar: en medio del desierto, pero también en la ducha o en la pista de baile, es posible experimentar la quietud perfecta. Y esta permite el autoconvencimiento y la admiración ante el mundo.