Después de un buen golpe nos quedábamos más tranquilos, y yo me reía pensando en aquellas pastillas diluidas, y la mezcla que rebosaba en la cuchara. Al entrar en la sangre, sentía un picor agradable que se extendía hasta llegar al cerebro y producía una suave explosión que empezaba en la nuca. Iba a más hasta que la sensación de placer era tanta que el mundo se transformaba en algo bello y delicado. Todo era perfecto. Tu peor enemigo no era tan malo. Las hormigas iban a lo suyo y correteaban por la hierba. Todo se volvía de color de rosa. Yo era un triunfo de la naturaleza, incapaz de cualquier mal. Mientras duraba, la vida era maravillosa. (drugstore cowboy) joder, ¡adoro a este tipo!