Conocí a Rusia en la calle. Ella cantaba como un ángel y el destino me la plantó ahí, enfrente, para que pudiera escucharla. Nunca terminé de conocerla del todo. Ni siquiera fui consciente de cuándo la perdía. Pero conocer a Rusia, a sus ganas de vivir, a sus ansias de libertad y a la pasión con la que buscaba sus objetivos y luchaba por sus sueños, fue una de las mejores cosas que me han pasado nunca. Lástima que ella naciera para ser libre... y no, como a mí me gustaba pensar, para estar conmigo.
Rusia si estás por ahí, en algún sitio, quiero que sepas que yo todavía estoy esperando que vuelvas.