Revista Talentos
Cada mañana subía al mismo autobús, bajaba en la parada de siempre y acudía cabizbajo a su despacho de la primera planta. Aquel día decidió lanzarse escaleras abajo cuando terminó la jornada. Unos cuantos días de reposo y cambio de rutina bien valían la pena un par de huesos rotos.