Las rutinas son buenas y el llegar a conseguir una está más que cotizado últimamente, te lo digo yo.
Mantener nuestras mentes ocupadas y nuestras almas en constante ejercicio nos hace pensar menos y actuar más; atrevernos poco con la vida, pero vivirla al menos como la mayoría de las veces se merece vivirla.
Por eso, cuando una rutina se corta de repente y no cabe lugar en tu alma más que para pensar en por qué no la haces… es un problema.
Me apasiona escribir, me encanta pensar a menudo en cómo podría decir esto o la sonrisa de alguien al leer esto otro, pero se quedan solo en pensamientos fútiles; lo ves a simple vista de nada.
No me equivoques, no quiero convertir este espacio en aquel diario que siempre abandonaba y que solo escribía cuando me lo encontraba al hacer limpieza en aquel cajón y actualizaba en una página lo que había sido de mi vida los últimos 15 meses…
Tampoco quiero que se convierta en una historia sin final, en un cuento maldito o en una página abandonada por la desidia o el aburrimiento… Escribir no es tedioso ni complicado ni entretenido;
es emotivo y silencioso y sonriente.
Simplemente, debo retomar esta rutina que me hacía tan feliz en unos tiempos en los que el ocio abundaba más que nunca.
Estamos de vuelta, espero, a la rutina.
¿Y tú, cómo andas de la tuya?