María, abuela de Sol
Mirando el calendario sobre mi mesa, casi oculto entre carpetas, he rememorado una fecha y con la fecha una frase de un ser especial, cuasi analfabeta a la par que sabia donde las hubiera. “¡Sabes más que los abogaos!”, me decía mi abuela, parece ser que para ella un “abogao” era eso, alguien que sabe mucho, y yo, según sus cánones del saber, parecía cumplir el perfil desde mi más tierna infancia. Mi propósito fue demostrarle que llevaba razón y quise saber, mas la malicia innata en “el hombre”, lobo para el hombre, me ha hecho reclamar en unos y otros “pleitos” que no sea preciso estar bajo juramento para hacer alarde de sinceridad, para ir de frente, cara a cara, aún sin desentenderme de las leyes básicas que rigen la convivencia y la tan reputada “paz social”, procurando la ausencia de damnificados/as, aunque la mayor damnificada fuese yo misma, negándome a aceptar que el perjurio está a la orden del día y que la falta de honor no representa hoy pudor alguno porque atrás quedaron las palabras de ley selladas sin necesidad de profusas rúbricas en papel. Ay, querida abuela, ¡qué equivocada estabas! “Sólo sé que no sé nada” y, quizá, ni quiera saber…Allá desde donde estés, no te olvides de mi porque yo jamás te olvidaré.