Revista Diario
Salida de la mujer-topo
Publicado el 21 febrero 2010 por Irenemalara
Había alargado enero lo que más que pude pero, como castigo, febrero se escurre peligrosamente entre apuntes y libros que amenazan con la llegada de las fechas de los exámenes. Aún así, yo, la mujer-topo, decidí tomarme una horita para salir a la calle y concretar ciertos asuntos relativos a los desagradables días venideros que no son más que un preludio para la vuelta a clases.
Han sido dos semanas practicamente encerrada. Quisiera decir encerrada entre cuatro paredes blancas pero en realidad son cuatro paredes de libros polvorientos, no muy amigables, que se burlan como aquellos matones con que uno tenía que lidiar en la escuela. Sin contar la ropa sucia, el polvo que sigue acumulándose y el calor sofocante de estos veranos que ondean la bandera del calentamiento global.
Pero, bueno, emergí a la superficie, cegada por un sol espléndido que no tenía derecho de disfrutar. No fue una salida del todo placentera ya que un jubilado sin dientes me quería manguear los pesos que tenía para ir a pagar la luz. Ya de todos modos no había salido muy feliz pues ese mediodía le había dado la no tan buena bienvenida a mi peor enemigo: la lechuga. Pero bien dicen que el enemigo de tu enemigo es tu amigo y la lechuga y yo tenemos un enemigo en común: la grasa. Y esperamos vencerla este año (como siempre prometemos todos los primeros de enero).
Luego de escapar del jubilado, pagué la no tan pequeña cuenta de luz y me encaminé a inscribirme a las materias que debo cursar este año, que no son pocas.
Durante esa pequeña hora el sol terminó encegueciéndome. Víctima yo de mis días de oscuridad literaria.
Los colores se disparaban enloqueciendo a mis ojos, los autos salvajes rugiendo detrás de mí y yo esquivándolos con mis pasos patosos. Parecía drogada.
Patético pero, bueno, esta mujer-topo, tan paradójica que, en vez de bajar, sube, ha vuelto a su torre de Rapunzel con la idea de encender unas cuantas velas y ofrecer su cuerpo en sacrificio para pasar el martirio del examen.