Hoy, supuestamente hoy es un día importante, finalmente les he convencido en el manicomio que no estoy loco, que siempre dije la verdad, y que mis historias son tan ciertas como mi propia existencia, al menos yo estoy convencido, es por eso que ellos nunca entenderán. Según me dijeron debo sentirme muy bien, excelente, esa fue la palabra que usaron, he vencido mis fantasmas, he escalado la montaña, subí paso a paso la escalera de cristal que construyeron para mi. Miro al cielo y veo el sol, está saliendo por el este como todos los días desde que llegué a este lugar, no entiendo porque es un día especial, simplemente no comprendo cual es la diferencia.
Hoy, como todos los días el cielo se ve azul, con tonalidades, pero azul al fin, así lo recuerdo cuando llegué, azul, sin más ni menos, azul como la tristeza que he llevado en estos años encerrado en mi propio ser, encerrado por luchar contra el mal reinante, contra aquello que está bien para pocos y mal para muchos. Me abren las puertas a una nueva vida, al menos eso creen, como si mi vida fuera distinta, afuera o dentro de las paredes, es lo mismo, es mi existir, vieja como mi alma, sigo siendo el mismo, aquel que dejó muchas veces pero también fue dejado.
La brisa me acaricia la cara, es el viento mi amigo que trae recuerdos dentro de si, su olor me traslada al pasado, a otro momento del andar, un simple ladrillo que tuve que pegar. Mis ojos miran a todos lados, pueden ver aquello que fueron privados tiempo antes, creo sentir que una lágrima brota de ellos, no es felicidad, no es tristeza, es simplemente un acto humano. Atravieso aquella avenida, que ha permanecido intacta en el tiempo, me distraigo, un veloz taxi pasa a mi lado, casi atropellándome y grita algún improperio que no logro distinguir, solo alcanzo a decirle “de alquiler como tu mamá”, en ese momento sonrío.
Mi risa, aquellas carcajadas que poblaban mi ser, vuelven, retornan del letargo a que han sido sometidas, me paro sobre la acera, la calle de concreto peatonal que se encuentra al frente de lo que ha sido mi casa en estos años, el lugar donde mis sueños han quedado atrapados, esa fría mansión en la cual me habían internado. Un pequeño niño se me queda mirando, se esconde tras un poste de luz pero puedo verle, el supone que es invisible, fantasmagórico como yo, hago que no le veo, me acerco, el se ríe al ver que trato de atraparle, luego me extiende su mano y me regala un caramelo, a esa edad no se sabe de egoísmo ni perdones.
Deambulo por aquellas calles, voy pensando en aquello que pudo ser y no fue, por obra del orgullo, de la soberbia, de la terquedad, aquello que fue mi culpa y que nunca comprendí. Me paseo por los momentos más importantes de mi vida, me toma tiempo, cada día ha sido relevante, si solo supiéramos dar valor a los segundos y no solamente a los años. Por un minuto siento que toda ha cambiado, las miradas de los transeúntes parecen distintas, perdidas, ajetreadas, luego observo una hoja que cae desde un árbol, lentamente, desciende hacia el suelo, el ciclo, es un círculo, empezamos y volvemos.
Me uno a la masa que camina, me mimetizo entre ellos, nadie sabe quien soy, yo no se quien son ellos, nadie sabe de mi salida, a quien debiera importarle. Recuerdo el daño que me hicieron, la humillación a que me sometieron, el robo del que fui víctima, igualmente reconozco que también he dañado, a mi manera, pero daño al fin, el planeta se equilibra, nosotros hacemos trastadas para malograr el correr del tiempo. El ruido de los pasos contra el cemento me pone al constante que todos vamos y venimos, que hoy estamos aquí pero mañana podríamos no estarlo.
Gente común me rodea, algunos salvan otros deben ser salvados, no he olvidado porqué vine hace tiempo, nunca lo puedo hacer, es un deber, es un placer, nadie me puede detener. Me detengo en un establecimiento, pido una Coca-Cola fría, siento de nuevo su sabor atravesándome, hay cosas que permanecen, hay cosas que no deben cambiar, inmutables por el tiempo, insaciables ante la maldad, la rienda de mi imaginación está suelta de nuevo, como siempre he sabido, más aún no he comprendido, el saber y el comprender juegan juntos por doquier.
Bajo las escaleras que me conducen al subterráneo, el camino a casa se acorta, en el sub-mundo de la corteza terrestre me encuentro, mirando a todos lados, resguardando lo único que no me han quitado. Los caminos no siempre son los que vemos, en la oscuridad y en el fondo hay vías para moverse, es cuestión de no perderse en el lento vaivén que existe y que en oportunidades no se muestra consciente. La espera va llegando a su fin, poco a poco me voy acercando, mil recuerdos se van acumulando, si solo supieran lo que les espera no estarían celebrando.
Subo a la superficie, conmigo mismo y mi china, lo que me queda, aunado a mi misión, el lugar me es conocido, allí me crié, es solo el sitio en donde comprendí para que estaba, siento pena por los que no están, me alegro por los que pueden respirar, todo cobra sentido nuevamente, se va armando mi mente placidamente, en un cerrar de ojos aprendo que la maldad se adquiere en un instante, por el contrario lo bueno nos lleva la existencia, ahora me acuerdo donde empecé, si es que comprendo porqué fallé, mis enemigos me pueden oler, más esta vez no pienso ceder, mi cerebro procesa aquel pensamiento, por mucho tiempo saltando en mi ser, he vuelto por lo mío bandidos ladrones, escondan sus almas, también sus traseros, no tengo pasiones y después de todo no llevo pasajeros….