Cuando estaba en primero y segundo de primaria, no entendía el sentido de los cuestionarios "sobre la lectura" en los exámenes de Español: venía un texto y luego preguntas sobre ese texto, que permanecía ahí, accesible para que una viera y copiara las respuestas. Yo ya leía a los tres años, así que estaba "sobrada" para lo que se me examinaba. Habría sido un verdadero desafío que me hicieran socializar con mis compañeros, pero a los adultos a mi alrededor no parecía importarles que yo tuviera miedo de atravesar el patio de la escuela. Esto puede ilustrar mi vida académica. Reprobé precálculo en el bachilleres, pero porque me pasé ese semestre "echando novio" y porque no le iba a arruinar al profesor su profecía de que toda la sarta de maleducados que no le hacíamos caso, reprobaríamos.
No se me pedía nada más que "ir bien en la escuela" -ni mantener limpia mi recámara-, así que crecí instalada en una zona de confort. Con bastante "problemática interna"; pero en general, en gran medida, en una zona de confort. Hasta que cambié de ciudad y empecé la Maestría.
Mis "antecedentes": habilidades, lecturas, "background" por decirlo de algún modo, no eran los de la universidad a la que llegué. En la entrevista del proceso de selección, la Maestra que sería mi asesora me preguntó por mi filiación teórica; no recuerdo cuál expresión usó, pero tuvo la amabilidad de irme traduciendo la pregunta... que qué autores había leído... y pues... yo no tenía idea. Era otro mundo. Y mientras eso pasaba con mi formación académica, yo vivía sola por primera vez. Por primera vez tuve necesidad económica de trabajar. Cuando el que era mi marido llegó a la ciudad, un semestre después de mí, volver a la vida de pareja fue otro movimiento de tapete. Luego vendrían muchos problemas, pero creo que en parte se convirtieron en problemas por no salir de las zonas de confort en las que me movía, para enfrentar los cambios.
Mis mayores cambios han sido "protegidos", manteniéndome en esa zona. Por ejemplo, cuando dejé de dar clases para trabajar en lo administrativo de una universidad, empecé a hacer cosas que nunca había hecho; pero en cuanto se me pedía que me saliera de lo inicialmente pactado, yo respingaba. Y ha sido bueno tener claro qué quiero y no aceptar lo que no quiero. Eso podría verse como renunciar a "comodidades" (trabajo seguro, prestaciones) en un movimiento hacia la realización. Y sí. Pero no debía instalarme en otra comodidad: en la de "hago lo que me gusta y ya". Lo sabía y no quería que fuera así; pero para que no fuera así, debía "forzarme", por ejemplo, a hacer funcionar una actividad como negocio -rentable-. Y no lo conseguí. No lo hice. Eso no me causa problemas existenciales. Me causa problemas materiales, prácticos (del tipo "ya no se puede poner más cinta aislante en el cable del cargador de la laptop: hay que comprar otro").
Bueno: pues me ocupo. Estoy "construyendo" un proyecto que es lo más atrevido que he hecho en mi vida. Algo que me saca por completo de mi zona de confort por todos lados: es trabajar en equipo, incidir en la realidad concreta, gestionar... Me parece muy difícil. Está en fase inicial, por lo que todavía no puedo compartirlo, pero me causa tanto miedo acobardarme, no atreverme, que lo escribo y lo publico para que eso me comprometa. Para volver a esta entrada dentro de seis meses y ver cuánto hemos avanzado.
Silvia Parque