De entre todas las respuestas clásicas a nuestras salidas del armario, estas son sin duda mis preferidas. Por inesperadas, rompedoras, cuestionadoras; porque establecen los lazos más fuertes de intimidad, porque significan una apertura real por ambas partes; porque nos humanizan, acercan, difuminan. Porque me dejan con la boca abierta.
La de ellos:
Así que lesbiana… mmm… pues fíjate que yo… bueno, nunca se lo había contado a nadie, pero… ¡una vez tuve un lío con un hombre! Sí, no sé… Ocurrió casi sin darnos cuenta, ¿sabes?, porque yo soy heterosexual, pero es que él era un amigo muy especial… muy especial, no sé si me entiendes… y bueno, pues ocurrió y… fue bonito, la verdad.
Boca abierta. Ojos como platos. ¿Tantos meses pensándomelo para esto…? Y sin embargo… ¡vaya! Después de todo, he asistido a un acontecimiento único: un hombre heterosexual me ha confesado que, de alguna manera, ha amado a otro hombre. No ha hecho bromas estúpidas, no me ha ofrecido un trío ni su semen, no se ha puesto irónico o pesado… ¡al contrario! ¡Se ha sincerado! ¡Se ha abierto a mí! Ha suavizado su propia orientación sexual y, con ello, nos hemos acercado. Creo que… ¡merece un aplauso!
La de ellas:
No te preocupes, si lo que te pasa es normal. A mí también me ha pasado. Fíjate. Con una compañera de clase, todavía me acuerdo… No sé, supongo que sería admiración o algo parecido… El caso es que su compañía me resultaba especial. Me parecía guapa. Me gustaba. Supongo que me gustaba, ya ves…
Boca abierta. Ojos como platos. ¿Tantos meses pensándomelo para esto…? Y sin embargo… ¡un momento! ¿Cómo que “normal”? ¿Ha querido decir, quizás, “común”? ¿Común? ¡Común! Pero si sólo somos un 5% de la población… ¿por qué le parece normal, que quiere decir “común”? En cualquier caso… ¡qué más da! Se ha sincerado. Se ha abierto a mí. Ha suavizado su propia orientación sexual y, con ello, nos hemos acercado. Creo que… ¡merece un abrazo!
Y hasta aquí puedo leer.
¡Encantada!