'salobre' (de josé ángel cilleruelo)

Publicado el 05 marzo 2010 por Hache

Extraño este libro de José Ángel Cilleruelo; y digo extraño por la mezcla de tonos que tiene. Aun así, me ha gustado descubrir este libro, del que dejo los cuatro primeros poemas de una de las siete (número muy querido al poeta) secciones de las que está compuesto, la que se titula
BARRIO ALTO
XX1.
Todo tiene aquí el mismo abandono:
un cuarto con ventanas
hacia la calle y un cuerpo sin deseo
frente a la lluvia. Una mujer que cruza
–apresada la luz bajo las medias–,
y que desaparece, deja
el eco de un gemido en la pupila
y la baba caliente del sudor
en la memoria.
XXXXXXXXXXHotel desangelado,
una jarra con agua en la mesita,
una revista dentro del armario,
el colgante con un niño-jesús
sobre el escote, una mano –mi mano–
transita el nailon.
XXXXXXXXXXXAhora las páginas
del diario me devuelven a esta noche,
fría noche en un cuarto frío.
¿Para qué servirá la inteligencia?
Un número en la puerta, un olor agrio.
XX2.
Una revista rota sobre el catre
vacío. Un poco más allá el colchón,
en el suelo de mármol, junto a restos
de una pequeña hoguera. En las paredes,
mensajes de un amor soez y obsceno.
Colillas, latas, plásticos y migas
por todas partes. Un preservativo
reciente añade un signo al abandono.
No sé si en este cuarto estuve solo,
una tarde de lluvia, masturbándome
despacio. O en este cuarto es, quizá, donde
se desabotonó la falda, dijo
¡túmbate! y el colgante me besó
los ojos. O tal vez en la ventana
de un cuarto como el que ahora describo,
una mañana de septiembre aciaga,
temblé al verle correr por la avenida.
Los camiones, las grúas, los obreros
derruirán este viejo hotel en pocas
horas. El polvo cubrirá la higuera
y los helechos del antiguo patio.
Grandes ruedas aplastarán la hierba
donde me tumbé un día con un libro
entre las manos. Levanté la vista
y estaba junto a la piscina,
a punto de reírse de mi acento
de extranjero. Este cuarto. Estas ruinas.
XX3.
Nace en tu lengua y en mi lengua
de extranjero. Nace en la risa
cómplice y en el número de cuarto
que olvidaste anotado en mi periódico.
O nace de la noche amiga
donde los cuerpos pierden su frontera.
Nace en tus ojos y nace en mis ojos.
Y tu lengua es la extranjera
en mi boca y rueda mi lengua
por la alfombra hasta hundirse en tus caderas,
hasta cruzar los ríos con tus pies.
Y resbalan mis manos por la cuesta
abajo de tu piel, y en mis caderas
se hunde tu lengua y has cruzado ríos
con mis sueños. Tus pies entre mis labios,
y mi cuello sobre tu espalda
y tus piernas encima de mi pecho.
Y siento mi cuerpo extranjero
y el tuyo mío, mientras nace
lo que crece sin años y sin días.
Entonces aprendí que pronto
de nada iba a servir la inteligencia.
XX4.
Has vuelto a la ciudad, aunque no sabes
muy bien a qué. Regresas con un traje
gastado, un sombrero azul de ala
levemente caída, un mal abrigo
y una maleta con el cierre roto.
En la acera has dejado la maleta
y con los brazos quieres elevarte
sobre la tapia. Aquel solar vacío,
un tiempo, cobijó los viejos muros
de un hotel. Un hotel barato y sucio,
sin mozos a la puerta ni ascensores,
muy cerca de los muelles de poniente.
¿Por qué vuelves a este lugar decrépito,
sin carácter, que es ahora un campo
de inmundicias? ¿No habrá nada en tu vida
que te ofrezca un recuerdo mejor? ¿Nada
que te muestre una imagen menos sórdida
de ti? ¿Qué te persigue hasta la noche
aquella, hasta el colgante que besaba
tus ojos y tu frente, con vilencia,
en cada una de las sacudidas?
¿Ningún otro lugar, otra memoria?
Cilleruelo, José Ángel. 1999. Salobre. Madrid, Ed. Hiperión.