Salto

Publicado el 07 febrero 2011 por Julio
Veinte pasos, nada más que veinte pasos son los que me separan de ti, uno tras otro y llego rápido a ti, muerte, y no sé si  me estoy sujetando o dando ánimos.  Me quiero hundir en ti, pero no hay motivos, ya estoy hundido. Siento que eres mi única compañera, la única que me comprende, la que me ofrece su mano para acabar con el dolor, con la soledad.  Sólo tres días sin él y te necesito, yo, que toda mi vida he buscado la soledad y ahora que me la imponen es cruel, apesta, no contesta ni me hace la compañía que  soñaba. No sé hablar contigo, quizás no se necesite hablar,  tal vez no quieres que te hablen, pero ahora es lo que necesito, hablar por los dos, por los tres, por lo que te voy a dar, por lo que he perdido, déjame desahogarme y seré tuyo. Me tuve que dar cuenta cuando los besos no dados eran los besos que nos saciaban cada mañana, cuando de mirarnos a los ojos pasamos a mirarnos a los odios, cuando de querer gritarnos, tocarnos, querernos pasamos a ignorarnos, a ser silencio para el otro. La culpabilidad que nos invadía después del sexo, no por no querernos, por saber que era necesidad, no deseo, que lo que queríamos era el otro cuerpo, no la persona, eso acabó por matarnos. Las horas largas frente al televisor, frente al trabajo, frente a la nada, nunca frente a frente, ya no nos mirábamos. Construimos una rutina cómoda, donde cada uno podíamos vivir en nuestra parcela, separados, sin casi ni rozarnos, ni vernos, ni llorarnos. Ocultamos nuestras lágrimas, las marcas de la soledad, la piel agrietada, la que va por dentro y rodea el corazón, sufrimos el vacío, pero nunca nos lo dijimos. Muchos años intentando no tocar nuestras soledades y ahora las dos las tengo yo, sobre mi espalda, no puedo levantarme, su peso es la losa de mi tumba, porque ya estoy muerto, hace mucho que estaba muerto, y tú me remataste.Me tuve que dar cuenta… así empecé a explicarte mi vida , necesito expresarlo mejor, me tuviste que dar señales, muerte. Te lo llevaste, en silencio, sin contármelo. Una carta, aquella mañana, esas letras, lo siento, permite que llore…La recuerdo de memoria, espera que  la recito:

Hola Jorge.Me voy, pero siento que ya nos hemos ido, no te culpo, no lo hagas a mí. Sabíamos que así tenía que ser el final, sin mirarnos a la cara, sin hablarnos, como ha sido los últimos años. Sin sentirnos. No hay nada más que decir, todo esta en lo que no nos dijimos. Te quiero.Luis.
Ese recuerdo te da cinco pasos muerte, permite que los de a ojo, no tengo fuerzas ni para levantarme, me arrastro a ti. Y espera que dentro de unos segundos te daré otros diez, cuando te cuente el momento antes de leer esa carta. 

Yo estaba trabajando, era un día más, otro de tantos, un ayer que no llega ni a recuerdo. A las doce y media salí a comer, no me apeteció ir al mismo lugar, no quería repetir todo de nuevo y decidí ir a casa, no sé por qué. Ahora lo entiendo, él me llamó y yo fui a su encuentro, tarde, tan tarde que tú ya habías hecho el trabajo, ya te lo habías llevado. Pocos minutos después de escribir esa carta, bajó a la calle, seguro que se sentía libre, no le culpo, tan libre que no vio el autobús que le partió en dos, que nos mató. Cuando me acercaba por la calle, mirando el suelo, pensando en el trabajo que me faltaba por hacer y arrepintiéndome de haber elegido ir a comer tan lejos, sentí que la calle se movía, mucha gente corriendo de un lado para otro con caras de asombro, todo se agolpaban en la puerta de nuestra casa, no me dí cuenta hasta que a punto de abrir la puerta de la calle, ignorando la multitud, sentí una mano en el hombro, me giré y comprendí todo en la cara de mi amiga Sofía, descompuesta, blanca, aturdida y sorprendida de encontrarme allí, intentó cogerme del brazo y llevarme  dentro, lejos, pero ya fue tarde, mi mirada se coló entre la gente directa a la sábana blanca que lo cubría por completo, le vi, le sentí, le lloré y me derrumbé. Desperté horas después, abismos más tarde, oscuridad más densa, sobre  nuestra cama creyendo que lo había soñado, pero ahí seguía la cara de Sofía que me abofeteó con toda su realidad. Todos los intentos por salvarnos, porque lo hicimos, luchamos, sin saber que ya estábamos condenados. 
No me quedé en el funeral, en el entierro, esa misma noche cogí un taxi y salí de la ciudad, a un pequeño hotel a las afueras, tan lejos de todo, tan lejos de mí, tan cerca de ti. No he dormido desde entonces, no porque no encuentro el silencio que aplaque todo el ruido que vive dentro de mi cabeza, tres días de autobuses, caminatas, tirarme en el suelo, llorar, buscando un destino que ya lo tenía acabado hace años. Y de repente encontré este lugar dónde se te siente viva, muerte.Ya me tienes a cinco pasos ¿Ahora qué? Tiéntame, acaba, necesito respirar, te llevo tan dentro que este salto será la única forma de sacarte de mi cuerpo. Te regalo otro paso, es tuyo, me lo quitaste, otro, ¿Quieres otro? ¡tómalo! ¡arrástrame ya! ¡llévame con él! No ves que sólo quiero despedirme, decirle que le quiero, que lo quería, ¡acaba tu trabajo! Ya no puedo llorar más, ya no puedo, haz que me olvide de respirar y no me castigues con toda esta realidad, toma mi mano, tira de ella, yo te ayudo empujando.Me voy contigo, con la duda de si mi decisión es valiente o cobarde, pero te abrazo, cálmame