Hola Jorge.
Me voy, pero siento que ya nos hemos ido, no te culpo, no lo hagas a mí. Sabíamos que así tenía que ser el final, sin mirarnos a la cara, sin hablarnos, como ha sido los últimos años. Sin sentirnos. No hay nada más que decir, todo esta en lo que no nos dijimos. Te quiero.Luis.Ese recuerdo te da cinco pasos muerte, permite que los de a ojo, no tengo fuerzas ni para levantarme, me arrastro a ti. Y espera que dentro de unos segundos te daré otros diez, cuando te cuente el momento antes de leer esa carta. Yo estaba trabajando, era un día más, otro de tantos, un ayer que no llega ni a recuerdo. A las doce y media salí a comer, no me apeteció ir al mismo lugar, no quería repetir todo de nuevo y decidí ir a casa, no sé por qué. Ahora lo entiendo, él me llamó y yo fui a su encuentro, tarde, tan tarde que tú ya habías hecho el trabajo, ya te lo habías llevado. Pocos minutos después de escribir esa carta, bajó a la calle, seguro que se sentía libre, no le culpo, tan libre que no vio el autobús que le partió en dos, que nos mató. Cuando me acercaba por la calle, mirando el suelo, pensando en el trabajo que me faltaba por hacer y arrepintiéndome de haber elegido ir a comer tan lejos, sentí que la calle se movía, mucha gente corriendo de un lado para otro con caras de asombro, todo se agolpaban en la puerta de nuestra casa, no me dí cuenta hasta que a punto de abrir la puerta de la calle, ignorando la multitud, sentí una mano en el hombro, me giré y comprendí todo en la cara de mi amiga Sofía, descompuesta, blanca, aturdida y sorprendida de encontrarme allí, intentó cogerme del brazo y llevarme dentro, lejos, pero ya fue tarde, mi mirada se coló entre la gente directa a la sábana blanca que lo cubría por completo, le vi, le sentí, le lloré y me derrumbé. Desperté horas después, abismos más tarde, oscuridad más densa, sobre nuestra cama creyendo que lo había soñado, pero ahí seguía la cara de Sofía que me abofeteó con toda su realidad. Todos los intentos por salvarnos, porque lo hicimos, luchamos, sin saber que ya estábamos condenados.