SALUD - Lo mejor que puede hacer por sus oídos

Publicado el 16 febrero 2018 por Carmen Calabuig López @revoltosa1952
"¿Es usted músico?
Así es como empiezo una conversación cuando en un transporte público tengo cerca a alguien que tiene el volumen de sus auriculares tan alto que me impide concentrarme o estar tranquilo. 
Normalmente tengo que preguntarlo más de una vez, y con una gran sonrisa, mientras espero a que mi interlocutor se quite los auriculares. 
– "¿Es usted músico?
– "Eh…
– "¡Le hago esta pregunta porque parece que le gusta mucho la música!" (gran sonrisa
– "Eh…
– "Sí, porque si realmente usted fuera músico, debería bajar mucho el volumen de sus auriculares. Con ese volumen puede dañarse seriamente los tímpanos y arriesgarse a perder el oído. Perdone, simplemente me preocupo por usted…" (sigo con mi gran sonrisa
– "Eh…
El interlocutor suele mascullar unas palabras, baja el volumen, se pone los auriculares y vuelve a sumirse en sus cosas. A veces me gano el derecho a que me sonría. El ambiente se relaja y consigo retomar la lectura o lo que esté haciendo.

Antes era mucho mejor

La invención del walkman, del lector MP3 y finalmente el iPod es sin duda una de las mayores catástrofes para nuestros oídos. En tiempos remotos, especialmente antes de la industrialización, el oído humano apenas se veía sometido a ruidos ensordecedores. Como mucho soportaban el sonido de silbatos y tambores en las fiestas populares, o el ruido de las batallas, aunque con menos frecuencia, o si acaso el de las herrerías. Cuando tenía 12 años, varios compañeros de clase llevaban reproductores de música al recreo. Uno de ellos había inventado un “juego” que consistía en ponerse los auriculares y después subir el volumen al máximo. “Ganaba” quien conseguía tener los auriculares incrustados en los tímpanos el mayor tiempo posible. 
Se llamaba "dar caña a los oídos". 
Como consecuencia de los abusos a los que hemos sometido a los oídos, hoy existe un número realmente alarmante de personas que sufren sordera o acúfenos, es decir, zumbidos, silbidos o tintineos en la cabeza o los oídos. 
Tres estudios de cohortes (los que se realizan sobre una misma población durante varios años), han mostrado un aumento de los problemas de sordera entre los jóvenes. En 10 años, con la introducción de los reproductores de música, el número de jóvenes de entre 14 y 15 años que padecen problemas auditivos se ha multiplicado por 4. (1) 
El porcentaje de personas mayores de 45 años afectadas con esta dolencia en los países occidentales es del 18%. El 30% de las personas de 65 a 74 años y el 47% de los mayores de 75 años afirman padecer problemas de audición. Y las tiendas de prótesis auditivas brotan por todas partes. 
Ahora bien, la alimentación puede marcar una gran diferencia.

Los omega 3 al rescate

Un elevado consumo en productos alimentarios ricos en ácidos omega 3 (pescados grasos de los mares fríos, frutos secos, etc.) se ha asociado con una reducción significativa del riesgo de padecer problemas auditivos en personas mayores de 50 años. 
Efectivamente, la audición no está ligada únicamente al funcionamiento del oído y a problemas mecánicos en el canal auditivo. Los problemas derivan a menudo de un tratamiento incorrecto de la información en el cerebro, que debe ejecutar tareas tremendamente complejas para filtrar, clasificar e interpretar las señales que le envían los cinco sentidos. 
Si no contamos con un correcto sistema de filtrado nos arriesgamos a sumirnos en una vorágine de información auditiva. 
Y es que los omega 3 contribuyen al correcto funcionamiento del cerebro y, por consiguiente, al correcto tratamiento de la información auditiva, ya que son materia grasa que participa en la formación de las paredes de las neuronas. La composición de las membranas neuronales permite el correcto funcionamiento de la sinapsis (el sistema que interconecta unas neuronas con otras), las zonas de intercambio de información. Los omega 3 evitan la rigidez de los elementos que intervienen en la transmisión auditiva, haciéndolos más flexibles, de forma que se facilita la transmisión de las señales nerviosas. 
Son de alguna manera el aceite que lubrica los engranajes del cerebro y, sin este lubricante, el mecanismo corre el riesgo de “griparse”. De hecho, los lactantes cuyas madres han ingerido mucho pescado graso durante el embarazo tienen un mejor rendimiento cognitivo, según un estudio publicado en The Lancet. De igual forma, los omega 3 reducen la pérdida de coeficiente intelectual (CI) en personas mayores y contribuyen a un mejor funcionamiento cognitivo. (2) (3) 
Cabe destacar que un gran aporte de omega 3 también reduce el riesgo de demencia, de párkinson y de alzhéimer. (4) (5) 
¡Con el omega 3 el programa para sus oídos no ha hecho más que empezar!