Porque un día me desperté con ansias de ser creativa y de que mis hijos también lo fueran... no en vano van a ir a un colegio Waldorf... asi que se me ocurrió una idea genial: comprarle crayones.
Si, llamenme Einstein, prefiero esa manera irónica de decirme que soy una reverenda boluda.
Para el colmo de la huevada cerebral, no quise comprarles cualquier crayón, no. Les compré unos crayones diviniiiisimos, grandes para que sus manitas con poca motricidad fina pudieran agarrar, 8 colores brillantes, vibrantes y qué se yo que otras bondades.....
Apenas se los mostré, los niños ni los miraron. Y como buena boluda, les insistí para que los agarraran, para que jugaran. (Recuerden: soy Einstein)
Resultado: primero Terremoto se comió medio crayón, cosa que no vendría a ser problema, no son tóxicos y los dientitos violetas le quedaron graciosos. Morsa empezó a tirarlos cual dardos, tampoco es problema porque tienen punta retráctil.
El problema fue cuando empezaron a tirarlos de tal manera, que la punta retráctil se rompió, se salió el crayón y ahi te quiero ver, pared con Tarquini, hermano mellizo con la boca abierta, hermana menor con unos ojos divinos para hacer puntería, perra simpática siempre dando vueltas para ver si encuentra algún tentempié, piso divino para pisar partes rotas de crayones.....
Que inteligencia la mia, ¿eh?Pero no se preocupen, ya estan a salvo todas las posibles víctimas de ilícitos con crayones.Hasta que no tengan 10 años no los tocan.