¿Te sientes rodeado de cosas inservibles? ¿No encuentras nada? ¿Hace mucho tiempo que no ordenas? ¿Empezaste con alegría tu camino minimalista, pero, por pereza te has quedado estancado?
¡Gran sacada de basura!
Venga, salta ya de la silla, no lo pienses, y empieza a sacar los trastos. Dos segundos y medio, eso es lo que tendrá cada bulto para justificar su existencia. Lo que no te dé una respuesta más convincente que un por si acaso… va a la dulce bolsa negra del “adiós” y de allí a la venta, a la donación, a la liberación o al reciclaje.
¿No lo necesitas? Pues entoces es basura. ¡Venga, venga! Ahora, sin miedos ni piedad. Dale alegría a ese cuerpo, se llame Macarena o Pedro Fernando, que te vendrá bien el ejercicio físico. ¿O es qué tienes afición a coleccionar basura?
¡Síndrome de Diógenes! ¡Diógenes! ¿Sabes qué? Diógenes, el más radical de los minimalistas, que vivía en un cántaro, descalzo y vestido de aire, decía que nuestras casas estaban llenas de basura y recomendaba que lo tirásemos todo para vivir felices.
¿Todo? Bueno, tampoco hay que llegar a tanto, que entre tú y yo, Diógenes no nos está viendo. Pero mírame a los ojitos y dime que no tienes nada inútil. ¿Esos libros de 6º de EGB y dijo EGB? ¿Los apuntes de una carrera que terminaste? Esas entradas de recuerdo de cuando el cine era barato, ¿1997, quizás? Extractos bancarios, tan viejos que ni Hacienda te obliga a conservar? ¿Libros que no volverás a leer? Sí, incluyo aquellos que te obligaron a comprar. Venga, ya, ¡ahora! Has tenido tiempo para leer este artículo, más tiempo tendrás para levantar el culo y sacar tu basura.